
“Dios te dice: no tengas miedo de la santidad, no tengas miedo de apuntar alto, de dejarte amar y purificar por Dios, no tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos contagiar por la santidad de Dios”. (Papa Francisco)
Acumular bienes, ganar dinero, conservar la salud o adquirir poder son algunas de las metas que la cultura propone para alcanzar la felicidad. Metas, sin duda, efímeras y, externas a nosotros mismos. Sin embargo, hoy nos dice el evangelio: felices los pobres, los pacientes, los afligidos, los misericordiosos, los justos, los que tienen corazón puro, los perseguidos por su causa.
¿Es posible que nos hayamos equivocado de camino para alcanzar la felicidad?, ¿sentimos insatisfacción pese a haber logrado grandes metas?, ¿tiene sentido nuestra vida? Son algunas preguntas cuya respuesta nos podría dar pistas de si nos hemos propuesto realmente aspirar a la santidad, a la cual todos estamos llamados.