REFLEXIÓN MIÉRCOLES DE CENIZA

Hoy miércoles de ceniza comenzamos la cuaresma, camino hacia la Pascua. Iniciamos la cuaresma con la imposición de las cenizas, es tiempo para la purificación del espíritu, tiempo marcado por la conversión y la misericordia. Recorreremos el camino que nos llevará a la Pascua.

Acompañaremos al Señor durante todo este tiempo y nos dejaremos acompañar por Él. Acompañemos al Señor con humildad, desde nuestras limitaciones, con nuestras dificultades y nuestras alegrías, con nuestras circunstancias concretas en esta pandemia que nos ha tocado vivir, donde muchos están angustiados, doloridos, confundidos, y en duelo por la muerte de algún conocido victima de la pandemia o como consecuencia de la misma. O tal vez, todavía la muerte y el dolor no hayan asomado por nuestras puertas, pero escuchamos a nuestro alrededor la enfermedad, el sufrimiento, y el miedo.
Dejemos que Jesús nos acompañe, para Él nada de lo humano le es indiferente, porque Él ha querido hacerse hombre, y vivir como uno de nosotros. Él quiere acompañarnos también en estas circunstancias. Y a su vez acompáñemelos también nosotros a Él no solo hasta la muerte en cruz, sino hasta a la alegría de la resurrección.

Las cenizas son signo de finitud, de caducidad, de fragilidad, de nuestra mortalidad, como nos dice el libro del Genesis “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”.

También es signo del arrepentimiento, el libro de Job, encontramos como Job se culpabiliza a sí mismo y a Dios de sus desgracias, y ante la magnanimidad de Dios, y de las maravillas que superan su comprensión, se arrepiente “Por eso me retracto y me arrepiento, echado en polvo y ceniza”.
Por último, las cenizas son signo de interceder por los demás, la reina Esther, casada con el rey persa Asuero que pretende aniquilar a todo el pueblo judío, Esther mujer de gran belleza, que enamora y deja prendado al que la ve, de una belleza espectacular, ella no duda en humillarse, untando su cabeza con cenizas y basuras, “cubrió su cabeza de polvo y basura.
Humilló extremadamente su cuerpo con ayunos y suplicó al Señor” su cuerpo tapando con sus cabellos la belleza de su cuerpo y suplicó haciendo oración al Señor, para pedir que no se ejecute el edicto del rey Asuero de exterminar al pueblo judío.
Estos tres signos de las cenizas: mortalidad, arrepentimiento e intercesión por los demás, son la puerta de entrada a la cuaresma. La ceniza simboliza nuestra condición de personas pecadoras, que, por medio de este gesto, nos abrimos ante Dios y ante los hermanos confesando nuestras culpas. Expresamos, también, nuestra voluntad de conversión, de cambio de mentalidad, con la esperanza de poder ir muriendo al pecado y resucitar, luego, con Cristo en la Pascua.
La primera lectura del libro de Joel nos invita a la conversión, a la vuelta a Dios “convertíos a mí de todo corazón” “convertíos al Señor vuestro Dios” nos invita a volver al camino, pues constantemente nos desviamos del camino, los placeres de la vida nos distraen y nos desvían.

Es tiempo de reformar nuestros corazones, es tiempo reparar y reformar nuestro interior “Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme”


San Pablo en la segunda carta a los corintios nos pide no echar en saco roto la gracia de Dios en este tiempo de salvación, tiempo de reconciliación, nos exhorta “como enviados de Cristo, reconciliándonos con Dios y con los hermanos” esta es la verdadera preparación para la celebración gozosa de la Pascua.
Jesús en el evangelio da tres claves para el tiempo de cuaresma: oración, ayuno y caridad. Jesús invita a la practica de las obras de piedad, pero no al modo de los fariseos “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos” para Jesús el modo de actuar es tan importante que puede llegar a anular el mérito de la obra de piedad “de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial «
Jesús no admite que se haga limosna para quedar bien. La oración es importante para Jesús, dedicaba noches enteras a ella y durante el día se retiraba a un lugar apartado para hacer oración, lo que Jesús no admite es que se manipule lo sagrado, la relación con Dios para quedar bien delante de la gente, más bien dice que en la oración el espíritu no debe llamar la atención.
El ayuno apunta hacia nosotros mismos, hacia la renuncia al exceso, al consumismo. El ayuno invita a abandonar valores secundarios para poner nuestro corazón en los trascendentales y eternos. El camino hacia la Pascua habrá de hacerse con lo mínimo, sólo con lo necesario.

Escuchemos en la oración la palabra Dios; prescindamos, en el ayuno, de lo superfluo e innecesario para centrarnos en lo esencial; y que de la limosna brote del amor hacia nuestros hermanos necesitados.

Que no pretendamos aparentar como moralmente superiores, y así ser reconocidos por los demás.

Feliz día y dejémonos acompañar por Jesús y reconciliarnos con Dios.

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