
Hoy, Sexto Domingo de Pascua, con la mente puesta en la reciente visita pastoral de nuestro obispo Jesús el pasado jueves en la cual visitó a algunos enfermos de nuestra comunidad, celebramos hoy la Pascua del Enfermo cuyo lema este año es “Acompañar en el sufrimiento”
Es el domingo previo a las celebraciones de la Ascensión y Pentecostés, en el cual seguimos leyendo el discurso de despedida de Jesús con la promesa que nos enviará al Espíritu Santo que nos lo enseñará todo.
En la primera lectura, Pablo, Bernabé y otros se reúnen con los responsables de la Iglesia para consultar un problema serio surgido en la comunidad y acordar una solución, con unanimidad y el concierto del Espíritu Santo “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros” El salmista cantamos que todos los pueblos alaben al Señor “Oh, dios, que te alaben todos los pueblos, que todos los pueblos te alaben”, que canten de alegría todas las naciones. En la segunda lectura, Juan describe la Nueva Jerusalén que ya no necesita santuario, Dios y Cristo son el único y verdadero templo “Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todo poderoso, es su santuario, y también el Cordero” En el Evangelio, Juan, nos dice que somos templo y moradas de Dios “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”.
El libro de los Hechos comenta un altercado y discusión violenta entre la pareja de misioneros Pablo y Bernabé, y los judaizantes que trataban de imponer a las comunidades procedentes de la gentilidad el modelo judaizante de espiritualidad basada en la circuncisión y los preceptos judios. Para estos, la salvación venia necesariamente por el cumplimiento de la ley, de estar sometido a su yugo, con lo cual la muerte de Cristo había sido en vano.

El amor y la salvación nos vienen de Jesús, pues en él somos amados y resucitados. La salvación viene de la fe en Cristo y no de someterse a unas prácticas legislativas y cultuales.
El conflicto dio como resultado, con unanimidad de la Iglesia y con la asistencia del Espíritu Santo, al llamado decreto apostólico “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más carga que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas” Lo esencial, es no cargar con más de lo indispensable, ni centrar la vida en unas leyes o preceptos, sino vivir la novedad de la salvación en Cristo.
En la segunda lectura, en el Apocalipsis, se nos da una descripción de la Ciudad Santa de Jerusalén, que tiene el honor de ser ciudad santa desde tiempos inmemoriales: el monte Moria donde Abrahán estuvo apunto de sacrificara Isaac; Salem la ciudad del sacerdote Melquisedec, Sión la ciudad santa del rey David, la morada de Dios entre los hombres; el lugar donde reside, de donde huye y a donde vuelve la gloria de Dios en el profeta Ezequiel. “Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero” Ahora es presentada la nueva Jerusalén, pero sin santuario, lo que nos indica que la fe se va configurando al margen de los templos, representados por el de Jerusalén. Cristo, el Cordero degollado y puesto en pie, muerto y resucitado, es el único y verdadero Templo. Solo Él une a la humanidad con Dios. Jesús es morada de Dios con los hombres, no templo de piedras, sino presencia real del Padre. Y cada uno de nosotros somos Templo del Espíritu Santo, y así lo debemos reflejar y ser para los demás presencia y lugar de encuentro con Dios.
Esa unión de Dios con la humanidad es de la que nos habla el Evangelio, estamos llamados a vivir con Dios, a morar con Dios y a ser moradas de Dios. Estamos convocados a vivir en Dios y con Dios.

El mensaje cristiano parte de Jesús y vuelve a Jesús, pero necesita ser iluminado y llevado a su plenitud por la acción del Espíritu Santo, dios sabe de nuestra pequeñez y debilidad, por eso nos envía al Paráclito que nos guie hasta la verdad plena, “el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo”
La misión del cristiano no se reduce a mantener vivo un recuerdo, sino que el Espíritu Santo tiene la capacidad de iluminar, renovar, recrear, actualizar, el mensaje de Jesús, anunciarlo y compartirlo. Jesús mismo, su vida y sus hechos son el máximo y más claro mensaje de Dios y desde Él que lo abarca todo es de donde nace la paz “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como os la da el mundo”. Ésta es hoy una palabra muy pronunciada, queremos paz y no las violencias ni las guerras. Sólo conseguiremos la paz si nos volvemos hacia Jesús, ya que es Él quien nos la da como fruto de su amor total. Pero no nos la da como el mundo lo hace, pues la paz de Jesús es la solidaridad que se hace fraternidad, la capacidad de mirarnos y de mirar a los otros con ojos nuevos como lo hace el Señor.
Pidamos al Señor, por la intercesión de María, por la paz en el mundo, por los enfermos, que nos abramos al Espíritu y rebrote todos sus dones en nosotros. Feliz domingo y feliz semana.