XIII Domingo Del Tiempo Ordinario

02/07/2023

Domingo XIII del tiempo Ordinario, ya metidos en verano donde todo adquiere otro ritmo, debido al clima, muchas horas de luz y noches cortas. Mientras todo aparentemente se transforma en este tiempo estival, la vida del discípulo no cambia, es un tiempo para acoger la Palabra de Dios y adentrarnos por sus sendas, y seguir dando testimonio de Jesús en quien confiamos.

En la primera lectura, del Segundo Libro de los Reyes, vemos como el profeta Eliseo ofrece a la mujer de Sunén vida y futuro, simbolizados en el hijo que faltaba al matrimonio “El año próximo, por esta época, tú estarás abrazando un hijo”. Eliseo, nombre significa que significa Dios Salva, lo mismo que el nombre Jesús, así el profeta se convierte en mensajero de Dios. El salmista nos invita a cantar el amor y la fidelidad de Dios “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”, que con su fuerza salvadora hace triunfar a los que invocan su nombre. Pablo, en la carta a los Romanos, nos recuerda que por el bautismo hemos sido incorporados al misterio pascual de Cristo, hemos muerto al pecado para caminar en una vida nueva resucitada “consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús”. En el Evangelio, nos encontramos en la parte final del discurso misionero, primero llamó a sus discípulos por su nombre y los preparó para la misión, luego les advirtió que la terea evangelizadora no será un camino de rosas, habrá dificultades. Y en este domingo que los que continúan y continuamos con su labor de anunciar el reino, debemos ser conscientes de que la pertenencia a Señor implica preferirlo por encima de todo y resituar nuestros afectos personales y vínculos familiares, es seguirle por el camino de la entrega hasta la cruz “el que pierda su vida por mí, la encontrará”.

En la lectura del episodio de este domingo, del Segundo libro de los Reyes, una buena mujer, Sunén, de acuerdo con su marido, deciden tener un gesto de hospitalidad con el profeta Eliseo acogiéndolo y alojándolo en una habitación de su casa. El profeta anuncia a la pareja que tendrán un hijo, como premio de Dios, por su bondad, superando de esta manera la desdicha y desgracia de una mujer en aquel entonces de poder tener hijos “Por desgracia no tiene hijos y su marido es ya anciano”. El salmista entona las alabanzas a Dios de aquellos que siguen los caminos de Dios “Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, oh, Señor, a la luz de tu rostro” 

San Pablo en la lectura de hoy, de la carta a los Romanos, sique con su doctrina de la salvación por la fe en Cristo. Los cristianos hemos sido incorporados a Cristo por medio de bautismo y hemos pasado con Él de la muerte a la vida. Hemos muerto al pecado y vivimos para Dios, al igual que Cristo que ya no muere más, sino que vive para Dios “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más”.

En el evangelio, leemos la parte final del segundo de los grandes discursos que Mateo pone en labios de Jesús: el sermón o discurso misionero. En esta última parte del discurso nos hace reflexionar sobre la fuerte exigencia que supone ser seguidores de Jesús, son palabras que nos parecen. Es difícil ser cristiano. Jesús no nos habla de una alternativa, o bien la familia o bien É, no niega algo bueno como es la familia, sino que quiere indicarnos que Él es el primer amor, dicho de otro modo, estamos ante el primer mandamiento: amar a Dios “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí”. Encontramos dos escenas la primera acerca de quienes se identifican como seguidores de Jesús y la segunda sobre la recompensa de aquellos que reciben a estos seguidores.

Las formulaciones que hace Jesús para ser seguidores suyos nos pueden resultar paradójicas y exageradas, pues Jesús afirma que en la radicalidad de su seguimiento no pueden existir los afectos familiares, paternales, filiales, etc. nuestra fidelidad debe ser superior a estos afectos, y no solo los afectos, sino que incluso la propia vida no debe parecer relativamente menos importante que el seguimiento de Jesús “el que pierda su vida por mí, la encontrará”. El que le quiere seguir debe cargar con su cruz y seguirle “el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí”

También nos promete que tendrán permio de parte de Dios los que acojan a los que Jesús envía a predicar “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado”. El que le recibe a él, recibe al Enviado de Dios: así quien acoge a los profetas o discípulos, e incluso a los más pequeños que Jesús envía con una misión, le recibe a el mismo.

Señor, que aprendamos a seguirte sin condiciones ni impedimentos, para anunciar libremente la radicalidad del Evangelio.

Feliz domingo, día del Señor y feliz semana.

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