16/07/2023
Este XV Domingo del Tiempo Ordinario coincide con la festividad de la Virgen del Carmen, Santa María del Monte Carmelo. Esta fiesta es una de las celebraciones marianas más populares y más queridas a lo largo y ancho de nuestra geografía, tanto de muchos pueblos del interior, como sobre todo de los pueblos de costa. Esta fiesta nos invita a mirar a la Madre de Nuestro Señor y Madre nuestra, para buscar en ella su amparo, su consuelo, su protección. María es como si fuese un faro con una luz potente que ilumina y alumbra nuestras vidas dirigiéndonos hacia su Hijo. Ella acogió a la Palabra en su seno “Hágase en mi según tu Palabra y la palabra se hizo carne” como rezamos en el ángelus, y como Madre, está siempre atenta a las necesidades de sus hijos, como en las bodas de Canaán que intercede ante la falta de vino, “no tienen vino” y al mismo tiempo nos dice: “Haced lo que Él os diga”.
Como viene siendo habitual, una síntesis de las lecturas puede ser esta: La primera lectura del profeta Isaías describe con belleza el poder de la Palabra de Dios para dar fruto “así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía”. Es como una lluvia que desciende del cielo para empapar y fecundar la tierra, hacerla germinar y producir muchos frutos, Palabra que se encarna en Jesús. El salmista nos viene a decir que, no solo basta el tipo de tierra, sino que es necesario la bondad de Dios que la cuida y prepara con esmero para que produzca frutos “La semilla cayó en tierra buena y dio fruto”. En la lectura epistolar, de la carta a los Romanos, Pablo, apunta a la gloria desbordante de la plena manifestación que nos aguarda como creyentes, como hijos de Dios “Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” El Evangelio nos trae la primera, de una serie de las parábolas acerca del Reino insertas en el discurso parabólico de Jesús, en esta ocasión la del sembrador “Salió el sembrador a sembrar”.
La primera lectura del profeta Isaías, nos llama e invita, de manera poética, a la esperanza. El ciclo del agua contiene una finalidad. De él depende el ritmo de la naturaleza y de la vida. Es un milagro siempre nuevo y necesario. Como la lluvia y la nieve, la Palabra del Señor está orientada a un fin preciso e, inevitablemente, producirá un efecto vital: regresar henchida de frutos de gracia. Con la comparación de la lluvia que fecunda la tierra y le hace producir fruto, nos asegura que la Palabra de Dios es siempre fecunda y eficaz, esta lectura nos prepara para escuchar la parábola del sembrador y la eficacia de la semilla, que no es otra cosa que la Palabra de Dios “Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador”. El salmo también es una comparación poética de la vida del campo, la tierra, la lluvia, la acequia agua, el riego, la llovizna suave, los brotes, todo sirve de comparación y similitud con la Palabra de Dios que empapa y fecunda la tierra “Así preparas la tierra. Riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes”.
En la carta a los Romanos, Pablo, nos sigue hablando de las consecuencias del Bautismo, y a tenemos las primicias del Espíritu, ahora queda todo un proceso de crecimiento que culminará en la plena manifestación “la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” Pablo describe esto sirviéndose de la comparación con el parto “la creación está gimiendo y sufre dolores de parto” , aunque ahora tengamos que sufrir la expectativa futura es optimista, esperamos la liberación de toda esclavitud y la libertad de los hijos de Dios, se anuncia, como los gemidos y los dolores en el parto, la alegría del nacimiento.
En el evangelio, Mateo, expone la parábola del sembrador, la primera de las siete parábolas del discurso en parábolas. Con esta parábola y a través de las imágenes de la semilla y del terreno, la Palabra de Dios es representada como una semilla con un inmenso potencial de vida, que se desarrollará según la acogida que reciba.
El sembrador de la parábola esparce por todas partes la simiente, sin cicaterías ni ardides; el Reino es anunciado y propuesto a todos. La colaboración empieza con la escucha atenta, intensa y solícita de la Palabra, de modo que penetre profundamente en el corazón. Las entrañas del ser humano pueden estar enfermas: la insensibilidad, la superficialidad, la infinidad de intereses egoístas, son lugares donde la semilla no puede crecer. Cuando la Palabra es acogida con un corazón bueno, produce fruto de gracia, según la correspondencia de cada uno al don de Dios.
Si nuestro corazón se inquieta con afanes mundanos y preocupaciones fútiles, la Palabra no crecerá: la verdadera alegría quedará asfixiada, ahogada por ilusiones y espejismos. Sin embargo, seremos dichosos si nos presentamos ante Dios con un corazón dispuesto a escuchar. Entonces, vendrá el Hijo, Palabra viviente, y crecerá en nosotros, en nuestra vida, en nuestras relaciones y en nuestras múltiples acciones.
Que la Palabra de Dios empape nuestros corazones y los haga germinar y crecer en amor, esperanza y caridad.
Feliz domingo, día del Señor y feliz semana.


