23/07/2023
XVI Domingo del Tiempo Ordinario, en el que seguimos oyendo a Jesús hablar en parábolas, el domingo pasado lo hizo con la de la semilla que es la Palabra de Dios, en este, oímos tres parábolas más, sobre todo la del trigo y la cizaña, la cual explicará, como hizo con la de la semilla la semana pasada, sin dejar de lado la de la semilla de mostaza y la de la levadura en la masa, todas ellas son referentes al Reino de los Cielos.
Una síntesis de las lecturas puede ser esta: La primera lectura del libro de la Sabiduría, expresa que la justicia de Dios se manifiesta en la compasión y la misericordia, ofreciendo a cada persona la posibilidad del arrepentimiento y del comienzo de una nueva vida “tu señorío sobre todo te hace ser indulgente con todos”. El salmo precisamente canta la bondad de Dios, que es bueno clemente, misericordioso… “Tú, Señor, eres bueno y clemente” San Pablo en la carta a los Romanos nos habla de que somos seres vulnerables, limitados y necesitados, pero que a pesar de estos defectos podemos recibir la presencia de Dios en nuestra vida, pues su Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, convirtiendo nuestra fragilidad en fortaleza esperanzada “El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad”. Y el Evangelio no trae tres parábolas, de las cuales explica la primera, la del trigo y la cizaña, con la que nos enseña que el bien y el mal viven juntos hasta el final de los tiempos, “Dejadlos crecer juntos hasta la ciega”. Jesús con las estas parábolas quiere acercar el Reino de los Cielos a sus discípulos y a quien lo escucha.
La lectura de libro de la Sabiduría nos trae un texto en el que se ensalza la bondad de Dios para con su pueblo, bondad demostrada continuamente en la historia. La idea central es que Dios es todopoderoso y puede hacer lo que quiera, y no tiene que responder a nadie de su actuación, sin embargo, juzga con moderación y gobierna con indulgencia, con lo cual el pecador siempre tiene lugar para el arrepentimiento, algo parecido no explicará Jesús en la parábola del trigo y la cizaña, deja la ciega para el final de los tiempos dando tiempo para el arrepentimiento “concedes el arrepentimiento a los pecadores”.
En la carta a los Romanos, Pablo, nos dice como es el Espíritu el que sale en ayuda de nuestra debilidad, enseñándonos a rezar porque no sabemos pedir lo que nos convine, es más es el mismo Espíritu el que ora por nosotros y en nosotros “El Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”
En el evangelio, Mateo, nos introduce hoy en tres parábolas: la del trigo y la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura.
La parábola del trigo y la cizaña nos conduce a una forma diferente de entender a Dios y la vida del Reino. En aquella primitiva comunidad de seguidores de Jesús, la comunidad de Mateo, todos aceptaron el Reino predicado por Jesús, pero no todos vivían las exigencias evangélicas del mismo modo. Del mismo modo, la Iglesia es un cuerpo mixto de personas muy diversas, en la que conviven el trigo y la cizaña. Nadie puede adelantar en la historia un juicio que solo corresponde a Dios, el amo paciente, y que se realizará la final de todos los tiempos “arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”. De las tres parábolas esta es la que Jesús explica a sus discípulos, en la que acentúa lo negativo y el juicio: El hijo del Hombre es quien sembró la semilla del Reino en la historia, Dios por su muerte y resurrección lo constituyó en juez. La cizaña es obra del mal y se manifiesta en los escándalos e injusticias del mundo, pero al final será arrancada. En la cosecha final solo quedará el trigo bueno, los justo. Mientras tanto, hay que tener paciencia, continuar creciendo, discerniendo entre el bien y el mal, sabiendo que la última palabra es de Dios y no del ser humano.
Las otras dos parábolas, la semilla de mostaza y la levadura, nos enseñan que el Reino de Dios, a pesar de no haber tenido un comienzo espectacular, majestuoso que asombra a todos, pero al final será algo grandioso. De ahí la semilla de mostaza que es la más pequeña de todas, pero que luego se convierte en arbusto donde anidan las aves “es la más grande de las hortalizas”. Y la levadura en medio de la masa que, en pequeña cantidad, “hasta que todo fermenta” la fermenta y la hace crecer de forma extraordinaria.
Nosotros como discípulos de Jesús, interiorizamos la advertencia que nos dirige Jesús “El que tenga oídos, que oiga”, es decir, que lo hemos comprendido, no podemos relajarnos, es necesario que pasemos de lo escuchado a la vida y obrar en consecuencia.
Feliz domingo, día del Señor y feliz semana.


