XIX Domingo Del Tiempo Ordinario

13/08/2023

Este XIX Domingo del Tiempo Ordinario nos trae la lectura de la tempestad calmada, la barca zarandeada por las olas es un buen símbolo de las situaciones personales y comunitarias que se repiten en la historia y en nuestra vida. Vida que incluso estando de vacaciones, tiene sus dificultades y a veces resulta dura, por eso necesitamos cerca personas con las que desahogar nuestros cansancios y descargar nuestras frustraciones. Recurrimos a Dios, que no nos evita sudar y sufrir, pero nos tiende su mano y nos da ánimo para seguir.

El profeta Elías, perseguido de muerte, llega al Horeb, lugar sagrado en el que se encuentra con Dios, que pasa ante él para reconfortarlo y reanimarlo, pero Dios no se presenta de una forma portentosa sino en el susurro de una brisa suave “permanece de pie en el monte ante el Señor”. El salmista eleva su oración confiada a Dios con la certeza de que solo Él puede dar misericordia “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”. Pablo en su carta a los Romanos, se lamenta con tristeza por sus hermanos judíos, que teniendo todos los dones que Dios le ha entregado a lo largo de la historia, no ha reconocido al Mesías “desearía ser yo mismo un proscrito, alejado de Cristo, por el bien de mis hermanos”. En el evangelio oímos, como después de estar a punto de zozobrar la barca, la confesión de fe de los que estaban en la barca “Realmente eres el Hijo de Dios”.

En la primera lectura, el profeta Elías habiéndole ganado el pulso a los cuatrocientos sacerdotes del dios falso Baal, es amenazado de muerte por la reina Jezabel y tiene que huir. En su huida llega al monte Horeb, o Sinaí, lugar de la alianza con Dios y donde el pueblo experimentó la cercanía de Dios “Elías llegó hasta el Horeb, el monte de Dios”. Ahí tiene Elías su experiencia, Dios no se le aparece en los grandes signos tradicionales de la presencia de Dios, huracán, terremoto, fuego, sino en una brisa suave. En ese encuentro recibe el encargo de volver a la ciudad, de continuar ejerciendo su misión profética con ánimo renovado. El salmo también habla de Dios lleno de paz y misericordia “Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos”.

En la segunda lectura, Pablo, se muestra apasionado por su pueblo y preocupado por la suerte del mismo, le duele profundamente que no hayan sabido acoger al Mesías, después de tantos siglos de espera y anuncios proféticos. Pablo reconoce una lista de dones que sigue teniendo su pueblo, los judíos, herederos de las promesas del Antiguo Testamento “los de mi raza según la carne: ellos son israelitas y a ellos pertenecen el don de la filiación adoptiva, la gloria, las alianzas, el don de la ley, el culto y las promesas”.

El evangelio, después de multiplicar los panes y dar de comer a la gente, al llegar la noche, Jesús se retira sólo al monte a orar “subió al monte a solas para orar”.  Es el momento en que se encuentra con su Padre Dios y entra en comunión con él para continuar fiel a su voluntad. Jesús nos invita, en nuestra oración, a un encuentro con Dios para que sigamos siendo fieles a su voluntad y a su llamada.

 Mientras Jesús despedía a la gente y oraba, los discípulos se adentraron en el lago, y a pesar de ser pescadores profesionales, comienzan a pasar momentos de apuro por el fuerte viento que zarandeaba a la barca, “la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario” Momentos que se convierten en pánico y gritos cuando en la oscuridad, previa al amanecer, ven venir hacia ellos a Jesús caminando sobre las aguas, como si fuera un fantasma, hasta que oyen su voz tranquilizadora “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”. Pedro pide a Jesús que el permita caminar también a él sobre las aguas, pero pierde la confianza y comienza a tener miedo y a hundirse “Señor, sálvame”, Jesús le tiende la mano y lo salva.

Algo parecido nos ocurre a nosotros, tanto individualmente como comunitariamente, nos creemos como cristianos profesionales, comunidad perfecta, con una fe exquisita, inmejorable, sobresaliente, que ante las dificultades comenzamos a tener miedo, a dudar, comenzamos como Pedro a perder la confianza y hundirnos. Pero ahí está la oración, en la que Jesús que camina y viene hacia nosotros para tendernos la mano y no dejar que zozobremos. Ante la orden del Señor “Ven” Pedro obedece y comienza a caminar, pero en sus oídos e interior, tiene más fuerza el sonido del viento y el oleaje, ahogando la voz de Jesús. Se llena de miedo, a pesar de que Jesús le animó a no temer, ¡su ímpetu terminó en fracaso “Hombre de poca fe ¿Por qué has dudado?”, fue rescatado por Jesús. Cuantas veces nos dejamos llevar por las dificultades de la vida ahogando la voz de Jesús, y cuantas veces sale a nuestro encuentro diciéndonos no tengáis miedo “soy yo” (Yo soy).

Todo culmina con la calma, el viento, la tempestad, amaina en presencia de Jesús y entonces los discípulos reconocen y reconocemos que estamos ante el Hijo de Dios, Jesús es quien sale al paso de la barca, de la comunidad, de la Iglesia en misión.

Ayúdanos, Señor, a no ahogar tu voz en las dificultades de la vida y a estar siempre dispuestos a coger tu mano y ser recatado. Apoyémonos y abandonémonos con toda confianza en Jesús, el mismo nos sigue invitando a no temer ya tener fe en la misión, con la certeza plena de que Él siempre está con nosotros.

Feliz domingo, día del Señor, y feliz semana.

Deja un comentario