17/09/2023
Vigésimo-cuarto domingo del tiempo ordinario, la Palabra de hoy nos habla de la enseñanza del perdón entre personas y pueblos, y con nosotros mismos, algo que nunca acabamos de hacer posible, pero que sin embargo es la base de la convivencia y del bien para todos. Si el domingo pasado Jesús nos enseñaba cómo corregir al hermano, en este nos enseña cómo debemos perdonar al hermano y a no tener rencor. Sabemos que en Jesús y por Jesús nos viene el perdón, la compasión, estamos llamados a hacer nosotros lo mismo con los demás.
La primera lectura, del libro del Eclesiástico, recoge la tradición del Antiguo Testamento acerca del perdón. Dios mismo da ejemplo de perdón con los suyos renovando su Alianza “Acuérdate de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo; acuérdate de la alianza del Altísimo y pasa por alto la ofensa”. El salmista canta la cercanía y la misericordia de Dios expresándolos en la curación y el perdón de los pecados “Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades”. En la segunda lectura, Pablo, en la carta a los Romanos, nos dice que el cristiano está íntimamente unido a Cristo “ya vivamos, ya muramos, somos del Señor” lo que implica que como seguidores suyos nos manifestamos también en el perdón ilimitado, gratuito y misericordioso. En el Evangelio Jesús nos enseña que hay que saber perdonar “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” y nos cuenta la parábola del funcionario que es perdonado pero que es incapaz de perdonar.
El libro del Eclesiástico o Sirácida, pertenece a la llamada sabiduría judía, contiene una serie de reflexiones sapienciales que incluye, como nos propone la lectura de este domingo este domingo, una ecuación muy significativa: si uno no perdona al hermano, ¿Cómo puede esperar que Dios le perdone? “El vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de sus pecados” La cólera y el rencor son malo consejeros. La confianza en el perdón de Dios tiene que ir acompañado con nuestro perdón al hermano. “Si no se compadece de su semejante, ¿cómo pide perdón por sus propios pecados? La medida que nosotros usemos con el hermano será la medida que Dios use con nosotros. Precisamente el salmo es uno de los cantos mas repetidos que describen la bondad y misericordia de Dios “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia”
En la carta a los Romanos, Pablo, nos quiere enseñar a distinguir entre lo que es importante y lo que no lo es. Lo principal de nuestra unión con Cristo Jesús, todo lo demás es relativo “Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor”. La lectura es breve pero sustanciosa, si por el Bautismo hemos sido incorporados al Resucitado, le pertenecemos, en la vida y en la muerte somos del Señor “Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos”. Para Pablo siempre es Cristo el punto de referencia.
En el evangelio, nos da la consigna que hay que saber perdonar. Pedro interviene con una pregunta de hasta donde tiene uno que perdonar “Señor, si mi hermano me ofende, ¿Cuántas veces tengo que perdonarlo?” . La respuesta de Jesús es sorprendente, en el lenguaje de hoy diríamos hasta el infinito y más allá, que es lo que quiere decir hasta setenta veces siete, es decir siempre, o como dice el salmo 22 en sus últimas estrofas por años sin termino, es decir siempre, nunca se debe de cansar uno de perdonar “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.
Jesús para esta enseñanza usa la parábola del funcionario que es perdonado, pero que a su vez no es capaz de perdonar. Los diez mil talentos, lo que diríamos una cifra con muchísimos ceros, a la derecha claro está, unos setenta millones de denarios, frente a los cien denarios, el jornal de un día de trabajo, tal vez menos, cantidad asequible para la mayoría. Esta diferencia abismal muestra de forma muy expresiva la enseñanza de la parábola. El rey revoca el perdón concedido anteriormente y exige el pago de toda la deuda al funcionario que no fue capaz de personar esa ínfima cantidad con respecto a la que le fue perdonada a él. Jesús nos avisa acerca del perdón no solo de boquilla sino de corazón “Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”
Nuestro corazón en ocasiones se muestra mezquino, lento para el perdón y siempre dispuesto a la cólera, mientras Dios tiene un corazón misericordioso y perdonador. Jesús mismo actúa con un corazón lleno de misericordia: perdona con delicadeza a la mujer adultera y pecadora, muere en la cruz perdonando al ladrón arrepentido ya sus verdugos, y resucitado perdona a sus discípulos en concreto a Pedro que lo negó tres veces. Esto nos lleva a tener confianza, pues tenemos un Dios que perdona, hasta el infinito y más allá, como muestra en la parábola del hijo prodigo. Jesús nos invita a perdonar como el perdona.
Feliz domingo, día del Señor y feliz semana.


