II Domingo de Adviento

10/12/2023

En este segundo domingo de Adviento continuamos decorando nuestro templo, colgando una nueva banderola con nuevo rótulo: “Déjate mirar”, encendemos también la segunda vela de la corona de Adviento como expresión de que poco a poco nos vamos acercando al Señor que viene a salvarnos. Esta esperanza nos hace encontrarnos con el Señor que viene a nuestras vidas en medio de nuestras realidades, de nuestra cotidianeidad, de nuestro día a día.

En la primera lectura, de la mano del profeta Isaías, leemos el poema de consolación que Dios trae a su pueblo, por medio de mensajeros “Consolad, consolad a mi pueblo”. La voz que clama que grita en el desierto busca un mensajero que proclame la Palabra del Señor que vivifica lo seco y marchitado. Con el salmo hacemos un canto de confianza a la misericordia y fidelidad de Dios que derramada don de la vida y de la justicia “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”. El apóstol Pedro en su segunda carta, nos asegura la fidelidad de Dios para con sus promesas “El Señor no retrasa su promesa”, nos asegura que traerá la salvación y que este mundo pasará, por eso nos invita a estar unidos a Él, en una vida en paz, limpios e irreprochables, esperando la llegada de los nuevos cielos y de la tierra nueva. Marcos, en el comienzo del Evangelio “Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”, nos presenta al Bautista, que es el mensajero del que nos habló el profeta Isaías, el que proclama en el desierto la venida del Salvador, y el que ayuda al pueblo a prepararse para tal acontecimiento.

En la primera lectura tenemos el mensaje central del Segundo Domingo de Adviento: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos” Voz que clama en el desierto, voz que nos invita a hacer un esfuerzo de conversión, de cambio de vida, para volver al Señor. El comienzo de la lectura es todo un canto de consolación para aquel pueblo de Dios, al que infunde esperanza y consuelo, pues regresará junto a Él, le perdonará y, cariñosamente, le tomará en brazos. Así también es para nosotros en la nuestra travesía de nuestra vida, por eso hacemos nuestras las palabras del profeta Isaías: «Consolad , consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén”. El salmista se contagia de la alegría del profeta, Él vendrá a traernos la paz y la justicia, la misericordia y la fidelidad, la salvación y la gloria.

Ante la espera de la venida del Señor, algunos desesperan, por eso el apóstol Pedro nos responde a la pregunta de donde quedó la promesa de su venida, ante esta desesperanza algunos incluso cuestionan la Palabra de Dios, algunos piensan que no ha cambiado, ni va a cambiar nada en la historia humana, piensan que todo sigue igual que al principio del mundo. La primera respuesta de Pedro, es que para Dios no existe el tiempo “para el Señor un día es como mil años y mil años como un día” la espera de Señor no es cuestión de cantidad de días, años o siglos, sino de calidad del tiempo concedido a cada uno. Desde la perspectiva de Dios, el tiempo humano no es la suma de los días de su vida, sino el tiempo de gracia concedido para su conversión. Los que piensan que no necesitan conversión desesperan la venida del Señor, mientras que lo que saben que necesitan conversión esperan pacientemente, irreprochable y en paz una nueva situación “esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia”

Para Marcos el evangelio de Jesús, que es Cristo e Hijo, no comienza de repente con la venida de Jesús, sino con un tiempo de preparación. Las palabras que relata Marcos citando a Isaías, aluden a un camino que hay que preparar: el camino de Dios hacia su pueblo y el camino del pueblo hacia Dios “Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”.

El Bautista nos indica el camino del desierto, que es el lugar donde Dios ofrece la posibilidad de una conversión. Nosotros caminamos penitentes por nuestras vidas, como el pueblo del éxodo, para que por la conversión seamos personas nuevas, miembros de nuevo pueblo, para ello se requiere que caminemos y acojamos el mensaje de conversión del Bautista, mensaje que no fue muy popular en su tiempo y que tampoco lo es ahora. El Bautista con su mensaje no se dedicó a tranquilizar, sino a provocar y animar a la conversión “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”

Feliz domingo día del Señor y feliz semana.

Deja un comentario