25/12/2023
Feliz Navidad, llegó gran el momento para el que nos hemos estado preparando durante el tiempo de Adviento, preparándonos para proclamar que es Navidad, lo que significa que Dios se ha hecho carne, se ha encarnado, la Palabra de Dios, la más profunda y bella se ha encarnado. Se ha introducido en el mundo, se ha hecho presente en el mundo. Es el nacimiento del Hijo de Dios entre nosotros, en la humildad de la naturaleza humana, y la pobreza de la gruta de Belén nos trae el don de una vida nueva.
La síntesis a las lecturas de la misa del día, el profeta Isaías anuncia la llegada del Príncipe de la Paz, al que identificamos con Jesucristo. El salmista canta que Dios ha llegado la salvación para todos los pueblos de la tierra. El autor de la carta a los Hebreos carga todas las tintas en la historia de la salvación y pone su centro en Jesucristo, Palabra definitiva de Dios. El prólogo del Evangelio de Juan nos trae un himno que recitaban los primeros cristianos para confesar la fe en Jesucristo.
Tiene tal calado la fiesta de la solemnidad de Navidad, que la Iglesia, es decir nosotros, que para esta celebración tenemos cuatro misas: vigilia en la cual se anuncia la Gran Noticia, medianoche la misa del anuncio a los pastores, en de aurora el encuentro con Jesús en el pesebre, María y José, y por último la misa del día en que Dios por la fe en Jesucristo nos hace ser hijos de Dios. Además, seguimos celebrando el día de Navidad durante ocho días, la octava de Navidad, aunque este año coincide con el Domingo de la Sagrada Familia, diariamente la recordamos con el rezo del Ángelus. El anuncio del ángel nos trae las promesas hechas a los padres, a los patriarcas, a los profetas, nos trae a la memoria todo el Antiguo Testamento. Con el Sí de María, la respuesta de la fe, la respuesta a la revelación de Dios. “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” es el Nuevo Testamento. En las pocas palabras del Ángelus se sintetiza toda la historia de nuestra salvación.
Es en esta última misa donde escuchamos que la salvación de Dios se extiende a todo ser humano, a toda nación y a todo pueblo. En el salmo proclamamos la victoria de Dios, que se extiende hasta todos los confines de la tierra, porque su Encarnación en este mundo es una Buena Noticia, Evangelio, para toda la humanidad. En la carta a los Hebreos, llegada la plenitud de los tiempos, Dios nos habla por medio de su Hijo, antes lo hacía por los padres y profetas, ahora con un acento más claro, es el mismo quien nos habla, el mismo nos visita, nos redime, termina y concluye el camino de la revelación: “En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo”. En el prólogo del Evangelio de Juan, la Palabra ya existía y la Palabra es Dios mismo, por él fueron creadas todas las cosas, se hizo carne y acampó entre nosotros: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria”. Unámonos a los coros celestiales y cantemos al unisonó: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”
Es un don de Dios para toda la humanidad. Muchos de nosotros habremos gastado tiempo, energía y dinero estos últimos días buscando regalos para la gente por Navidad. Pero, ¿por qué nos hacemos regalos en Navidad? Probablemente pensamos que es lo que se espera de nosotros. Es cierto. Sin embargo, a un nivel mucho más profundo, hacemos regalos porque somos conscientes de que en el corazón de la fiesta de Navidad está la entrega de Dios. Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo único. En Navidad celebramos que Dios nos ha regalado a su Hijo. Al comprarnos regalos unos a otros, reproducimos ese sentido del dar que está en el corazón de nuestra fe cristiana.
La gran diferencia entre nuestro dar y el dar de Dios, es que nuestro dar de regalos en Navidad es siempre selectivo. La mayoría de nosotros probablemente hacemos una lista corta de aquellos a quienes tenemos que comprar. Compramos para unos pocos. El regalo de Dios no es selectivo en ese sentido. Dios nos da a su Hijo a todos por igual. En palabras de la lectura del Evangelio, Jesús, la Palabra, es la luz que ilumina a todos los hombres. Por tanto, cada uno de nosotros es igualmente agraciado por el don del Hijo de Dios.
Puede que en el pasado hayamos dudado en recibir este don. Sin embargo, Dios sigue ofreciéndonos a todos el don de su Hijo. Y hoy en particular, en Navidad, Dios nos dice a cada uno de nosotros: “Venid y recibid este maravilloso regalo que os hago”. Todo lo que tenemos que hacer es aceptarlo, desenvolverlo y atesorarlo.
Que Nuestro Señor continué naciendo constantemente en nuestros corazones.
Feliz Navidad.



