07/01/2024
Hoy celebramos la Solemnidad del Bautismo del Señor, celebración que tiene la peculiaridad de servir de nexo entre los tiempos litúrgicos de la Navidad, que concluimos y damos por cerrada hoy, y el inicio del tiempo ordinario.
Si en los días anteriores resaltábamos la humanidad del Hijo de Dios, hoy en resaltamos la divinidad del Hijo de Dios. Ayer celebrábamos la Solemnidad de la Epifanía, que es la adoración de los magos, o los sabios, o como popularmente se conocen los Reyes Magos. Hoy, en la Solemnidad del Bautismo del Señor, se nos hace ver como en Jesús se manifiesta la Gloria de Dios y su Gracia.
El profeta Isaías proclama que Dios, por su palabra, puede hacerlo todo nuevo, y pare ser parte de este tiempo nuevo se nos pide venid, Escuchad, acudid… “Sedientos todos acudid por agua; venid también los que no tenéis dinero: comprad trigo y comed, venid y comprad, sin dinero y de balde, vino y leche […] Escuchadme atentos”. Ante el nuevo comienzo que Dios promete, nos alzamos a proclamar un himno de alegría en el que se aclama la salvación y se glorifica el nombre del Señor “Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación”. La primera carta del apóstol S. Juan confiesa a Jesús como el Cristo, y el nacido de Dios implica una vida conforme a la voluntad de Dios “Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios”. Marco comienza el evangelio presentando a Jesús afirmando que es el ungido por el Espíritu de Dios, el Mesías, Hijo del Altísimo “Tu eres mi Hijo amado, en ti me complazco”.
La epifanía o manifestación no es solo la que ocurre el día en que celebramos los Reyes Magos. En Navidad no hubo una epifanía sino varias: María y José en actitud contemplativa ante Dios hecho hombre, la adoración de los pastores, podemos decir que toda la vida de Nuestro Señor es Epifanía.
Cuando Jesús fue bautizado hubo una gran manifestación, una nueva Epifanía, se oyó la voz del padre, se vio al Espíritu Santo, en forma de paloma, descender sobre el Hijo de Dios encarnado que recibe las aguas del Jordán. Es una manifestación explicita de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es la primera vez que aparecen las tres personas divinas juntas. El Padre muestra al Hijo y lo consagra, unge, con el Espíritu Santo.
El pasaje del Bautismo está recogido en los tres evangelios sinópticos, todos coinciden en el dato de la forma de paloma del Espíritu Santo que baja y unge al Señor, del mismo modo, como hemos leído en la primera lectura del profeta Isaías, con el simbolismo del agua y de la nieve que bajan del cielo y riegan la tierra, así es la Palabra de Dios. Otro detalle no menos importante es que Jesús, sin ser pecador, espera su turno para ser bautizado junto a los pecadores, haciéndose solidario con los pecadores, con un significado de gran calado, Dios se hace hombre, toma condición humana, se solidariza con el hombre, para salvarlo.
Juan reconoce que el solo bautiza con agua, que prepara para recibir al Espíritu Santo. Todos los evangelistas insisten en la diferencia entre bautismo con agua y con Espíritu Santo. Juan como los profetas predica lejos de la ciudad, en el desierto, mientras, Jesús busca la cercanía humana.
Ese Espíritu que desciende va a volver toda la vida de Jesús en Epifanía, en una manifestación constante y continua; todos sus milagros, sanaciones, exorcismos, todo Él es Epifanía. Por eso esta Solemnidad del Bautismo de Jesús conecta con la propia del tiempo de Navidad. Por un lado, nos lanza y nos deja preparados para que cada domingo, cada día, sepamos encontrar la manifestación de Nuestro Señor y por otro para encontrar en el Él a Dios hecho hombre.
Feliz domingo, día del Señor y feliz semana.

