25/02/2024
En el segundo domingo de Cuaresma, escuchamos cada año, el relato de la Transfiguración, en este ciclo lo hacemos de la mano del evangelista Marcos. Es una escena muy importante, pues se trata de la revelación solemne de Jesús como Hijo, como predilecto, así que con lo cual, ya desde el comienzo de la Cuaresma, el camino a la cruz, se nos adelanta el destino, la victoria y la glorificación del Señor.
En la primera lectura, leemos la prueba de Abrahán, en la que Dios le pide que entregue al hijo de la promesa, su único hijo, algo que nos puede resultar desconcertante a nuestra mentalidad, pero el patriarca demuestra su plena confianza en Dios “Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto”. El salmista, proclama su fe en medio de las dificultades “Tenía fe, aun cuando dije: ¡Qué desgraciado soy!” Pablo nos trae un himno de alabanza y confianza en Dios por su gran amor, Dios ha entregado a su Hijo por nosotros “El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros”. En el evangelio asistimos a la Transfiguración, signo de la glorificación “se transfiguró delante de ellos”.
La primera lectura nos recuerda un episodio de la historia de la salvación, la fe sin regateos de Abrahán y su abandono en Dios: el sacrificio de Isaac, el hijo de la promesa, en el que siempre se vio prefigurada la muerte de Jesús, del que espera la vida en plenitud, como dice la antífona del salmo “Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos” La orden de Dios fue una prueba “Dios puso a prueba a Abrahán” el ángel abortó el sacrificio, Isaac fue sustituido por un carnero “tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo”, este carnero es imagen de Jesús el cordero de Dios sacrificado en la cruz, y por ello, por la fe de Abrahán son bendecidos todos los pueblos, bendición que alcanza su plenitud en la cruz.
En la segunda lectura, es un himno de Pablo al amor que Dios nos tiene y que se manifiesta en Cristo Jesús, pues a Abrahán le procuró un cordero para sacrificar en lugar de Isaac, en Cristo no perdonó a su propio Hijo, lo entregó a la muerte por nosotros, y a una muerte de cruz. En la primera, Abraham está dispuesto a sacrificar a su único hijo, en la segunda, Dios entrega a su Hijo para demostrarnos que está dispuesto a concedernos todo “Si Dios está con nosotros, ¿ quién estará contra nosotros?”.
Por dura que se nos presente la vida, siempre hay motivos para la esperanza. Nuestro Dios es un Dios que salva, y, que, en la persona del Padre, nos dice: “Éste es mi Hijo amado; escuchadlo”. Expresión que se dirige a Jesús, pero también a cada uno de nosotros nos dice: “Tú eres mi hijo amado”. El episodio de la Transfiguración, colmado de luz, anticipa la resurrección de Jesús. Y también la nuestra.
Jesús elige a tres de sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, y subieron a un monte alto, según la tradición, el monte Tabor, Marcos usa el simbolismo de la montaña como morada o lugar de la revelación de Dios.
En el monte se produce una visión, la transformación de las vestiduras de Jesús, una luz que es símbolo de la gloria de Jesús. Aparecen Elías y Moisés. Elías es considerado en el Antiguo Testamento como el precursor del Mesías. Y Moisés es el gran mediador entre Dios y su pueblo, el profeta con el que Dios habla cara a cara. Jesús se encuentra en la línea de los grandes profetas, llevando su obra a plenitud.
Pedro propone hacer tres tiendas, lo que suena a despropósito, Marcos lo justifica aduciendo que estaban asustados, espantados y no sabía lo que decía: “que bien se está aquí” Pedro no quiere que Jesús sufra. Mejor quedarse en lo alto del monte con Jesús, Moisés y Elías que tener que seguirlo con la cruz. Al igual que en el monte Sinaí, Dios se manifiesta en la nube y habla desde ella. Se repiten las palabras que se escucharon en el bautismo de Jesús, pero se añade un imperativo “Este es mi hijo, el amado; escuchadlo”
En el descenso de la montaña Jesús da la orden de que no cuenten la visión hasta que resucite, pues aún no es momento de hablar del poder y de la gloria suscitando falsas esperanzas. Es mejor contarlo después de la resurrección cuando sea preciso para creer en Cristo aceptar el escándalo de su pasión y cruz. Surge la pregunta sobre la vuelta de Elías, según la teología tradicional, basada en textos de Malaquías y Eclesiástico, antes de que llegue el Mesías debe volver el profeta Elías, en Mateo escuchamos decir a Jesús en referencia a Juan Bautista y Elías: “Los profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo”
Jesús se enfrenta, no a las grandes figuras de la tradición judía, sino a los responsables de la religión. Jesús vive no en la gloria del Tabor, sino pisando los duros y polvorientos caminos de Galilea y Judea. Dios entregó a su hijo a los hombres y mujeres de un momento concreto de la historia. Y Él, que podía librarlo de la muerte lo dejó en manos humanas. Y la decisión de éstos no fue la de Dios cuando Abrahán estaba dispuesto a sacrificar a su hijo: ellos, los hombres, culminaron el sacrificio.
Feliz domingo día del Señor y feliz semana.


