V Domingo De Cuaresma

17/03/2024

Con este quinto domingo se abre la última etapa del itinerario cuaresmal, nos recuerda la inminencia de la celebración central, estamos a dos semanas escasas del Triduo Pascual. Seguimos acercándonos al sentido de la Semana Santa, las lecturas de hoy culminan el mensaje de las promesas de Dios para la humanidad, que se consumarán con la pasión, muerte y resurrección del Señor, Jesús nos hablará sobre su significado, hablará de la hora, de esa hora que es glorificación y sufrimiento.

En la primera lectura, el profeta Jeremías, nos anuncia por primera vez en el Antiguo Testamento que va haber una nueva Alianza “meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones”. El salmo hace eco de los sentimientos de Jeremías “Oh Dios, crea en mi un corazón puro2” La segunda lectura, ofrecen una imagen de esta nueva alianza que implica un duro sacrificio para Jesús “a gritos y con lágrimas”. Un sacrificio que le sumergen en la angustia y le mueve a rezar al Padre “Ahora mi alma está agitada, y ¿Qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora?”

Estos domingos de cuaresma, las primeras lecturas, nos han ofrecido una serie de momentos capitales de la historia de la salvación: alianza con Noé, sacrificio de Abrahán, Decálogo, deportación a Babilonia y liberación. Hoy culmina con la promesa de una nueva alianza. Durante el exilio muchos pensaban que Dios había roto las relaciones con su pueblo. Frente a este desánimo el profeta Jeremías repite la fórmula de la alianza del Sinaí “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” pero la ley ahora no será escrita en tablas de piedra sino en sus corazones, y todos conocerán al Señor. Así lo rezamos en el salmo “Oh, Dios, crea en mí un corazón puro”

En la segunda lectura, de Hebreos, nos encontramos con un breve pasaje muy impresionante, nos presenta a un Mediador, un Sacerdote que sabe lo que es el dolor y el sufrimiento humano. Si los evangelistas nos hablan de la crisis de Jesús en Getsemaní, a la que podemos muy bien llamar la noche oscura de Jesús, ante la inminencia de su muerte habla del miedo, pavor, tristeza, … del que el evangelista Lucas nos llega a decir que era tal su pavor que llegó a sudar gotas de sangre. Hebreos añade a esto un dato dramático más “a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte” pero por su obediencia se convierte en nuestro salvador “en autor de salvación eterna”

Juan en su evangelio enfoca el relato de la Pasión de manera peculiar y distinta a los evangelios sinópticos, no acentúa el sufrimiento de Jesús, sino el señorío y la autoridad que muestra en cada momento. Por eso no cuenta la angustiada oración en Getsemaní, pero nos sitúa en una experiencia muy parecida en la explanada del templo.

El evangelio comienza y termina en tono de victoria, muestra el alcance universal de la salvación “atraeré a todos hacia mi” Jesús es consciente de que para triunfar tiene que morir, como grano de trigo. Lo mismo le ocurrirá al que quiera seguirlo y ser honrado por Dios. Pero estas ideas consoladoras no ocultan la realidad de la muerte, de ser “elevado sobre la tierra”, crucificado. Ante esta perspectiva Jesús reconoce que está angustiado “mi alma está agitada” es cuando llega el deseo de pedir a Dios: “Padre, líbrame de esta hora”, pero se niega a ello, recordando que precisamente ha venido a eso, para morir. En lugar de pedir al Padre que lo salve le pide algo muy distinto: “Padre, glorifica tu nombre”. Lo importante no es conservar la vida, sino la gloria de Dios.

La voz del cielo “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo” confirma que ya había glorificado, cuando el Verbo se hizo carne, habitó entre nosotros y contemplamos su gloria. Y volverá a glorificarlo derrotando al mal y atrayendo a todos hacia Jesús.

Es muy evidente la relación entre la lectura de Hebreos y el evangelio: en Juan, Jesús se siente agitado y en Hebreos se siente angustiado, y en ambas recurre a la oración. En ambas la palabra final no es la muerte sino la victoria de Jesús y la de todos nosotros con Él. Pero entre todas las semejanzas hay una gran diferencia, en el evangelio Jesús no pide al Padre lo salve, y solo quiere la gloria de Dios; mientras, que en la carta pide ser salvado de la muerte. En un primer momento, ante la angustia de la muerte, Jesús, se refugia en la reflexión racional, he venido para morir como el grano de trigo y se niega pedir al Padre que lo salve. En otro momento, cuando la pasión y muerte son ya una certeza, reza con gritos y lágrimas, sudando sangre, “Padre, si es posible, pase de mi este cáliz” reacción muy humana.

A las puertas de la Semana Santa, la experiencia y reacción de Jesús son un ejemplo que nos anima y mueve a agradecerle su entrega hasta la muerte. Aunque sigamos quebrando la alianza, Dios sigue perdonando nuestras culpas y no recordando nuestros pecados.

Feliz domingo, día del Señor y feliz semana.

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