24/03/2024
Con el Domingo de Ramos, llegamos junto a Jesús, a la ciudad de Jerusalén, meta del itinerario de su ministerio público y lugar de su manifestación como Hijo de Dios y Mesías. En Jerusalén, en la Pascua, se inicia la aventura cristiana.
Iniciamos las celebraciones, más importantes para los cristianos, los días santos de la Semana Santa. La liturgia de este domingo, tras la alegría y el gozo de cantar el triunfo mesiánico de Jesús, su entrada triunfal en Jerusalén, la misma liturgia, nos invita a seguirle en su Pasión.
Durante toda la Cuaresma hemos acompañado a Jesús camino de su Pascua. Este camino culmina en Jerusalén. La Palabra de Dios nos invita a llegar con Jesús hasta el final de ese camino que durante la cuarentena cuaresmal se ha ido haciendo presente cada domingo, hemos acompañado a Jesús:
1) el desierto (las tentaciones)
2) la montaña (la Transfiguración)
3) el Templo que será destruido y reconstruido en tres días,
4) el amor de Dios Padre que entrega al Hijo para salvar al mundo y
5) el grano de trigo que si no muere queda infecundo y no da fruto.
De la alegría y gozo, al grito de “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas! ”, con el que se recibe a Jesús, por parte de la ciudad de Jerusalén, se pasa al grito “crucifícale”, narrado por las lecturas de este Domingo, que nos sumergen, con toda su hondura, en el gran misterio de la Pascua que vamos a celebrar.
Iniciamos con la bendición de palmas y lectura de la entrada de Jesús en Jerusalén, donde será aclamado y luego humillado. El profeta Isaías nos trae uno de los contos de Siervo de Yahvé, un texto dramático que nos anticipa la Pasión de Jesús “no me tapé el rostro ante insultos y salivazos … Y yo no me resistí ni me eché atrás”. El salmista canta a un hombre justo, sometido al sufrimiento, despreciado por los suyos, que se siente abandonado por Dios “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”, en medio del dolor, suplica ayuda divina con confianza inquebrantable. En Filipenses, el camino del Hijo es de vaciamiento y entrega hasta la muerte “no hizo alarde de categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”. En el Evangelio oímos el relato de la Pasión según S. Marcos “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios” Un texto siempre muy actual, y que podemos leer como un espejo, donde nos identificamos y reconocernos en los personajes:
1) Llama la atención la cantidad de personajes que aparecen a lo largo del relato; ese elenco tan variado invita a reconocernos en alguno de ellos, en alguna de sus actitudes.
2) Los discípulos no aguantan junto a Jesús, ni en la oración del huerto, se duermen, ni en el momento de su prendimiento, huyen.
3) Jesús siempre reconcilia, une, crea comunión; incluso, entre los que son enemigos: las autoridades judías y Pilatos se ponen de acuerdo a propósito del destino de Jesús; los que son enemigos se unen gracias a él.
4) Es interesante que Jesús, a lo largo del relato, va hablando cada vez menos; al final solo habla con su Padre; ante el Sumo y Sacerdote y Pilato guarda silencio; no responde a sus preguntas; es como si no reconociera su autoridad en relación a su doctrina o su persona.
5) Es un pagano, el centurión, el que hace la confesión de fe Pascual más nítida de entre todos los personajes del relato “Verdaderamente este era Hijo de Dios”
6) Las mujeres observan dónde colocan el cuerpo de Jesús tras su muerte. Ellas serán las primeras que testifiquen su resurrección.
Proclamemos como en la carta a los filipenses “Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”
Feliz Domingo de Ramos.



