Domingo XI del tiempo ordinario, en el que encontramos a evangelista Marcos que nos ofrece unas parábolas de Jesús acerca del Reino. Son, en este caso, las parábolas que continúan y complementan la parábola del sembrador. Jesús utilizaba este recurso para sus enseñanzas, con ellas exponía la palabra y la daba a entender. Estas parábolas están tomadas de la vida del campo o bien de la sociedad de su tiempo y no cuesta entenderlas.
En la primera lectura, de la profecía de Ezequiel, encontramos una alegoría para expresar quien es Dios y como actúa. Dios se sirve de una rama, cortada y vuelta a plantar, para anunciar un futuro nuevo. El salmista da gracias a Dios porque ha escuchado su oración, para ello se sirve también de una alegoría vegetal del árbol frondoso y fértil. San Pablo, la su segunda carta a los Corintios, nos habla de que el reinado de Dios crece día a día, pero no al ritmo y a la medida que nosotros pretendemos. El evangelista Marcos nos trae dos parábolas sobre el crecimiento del reino, la semilla que crece sola y el grano de mostaza.
San Pablo nos advierte del riesgo de no ver los frutos, debido a nuestros sentimientos de fracaso ante la evangelización; llega incluso a suponer que sufrimos la lejanía de Dios, sentimos algo así como le ocurrió al pueblo de Israel, nos sentimos como si hubiésemos sido desarraigados de nuestra tierra, aquella en la que Dios nos plantó, “Siempre llenos de buen ánimo y sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, estamos desterrados lejos del Señor, caminamos en fe y no en visión”. Con todo, S. Pablo insiste en que continuemos creciendo, viviendo, y esforzándonos por agradar a Dios “en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarlo”. Los obstáculos del ambiente no nos deben desanimar, aunque veamos en nuestra sociedad signos semejantes, o iguales, a los del tiempo de San Pablo. El Señor cuenta con nosotros para transformar el lugar donde se desenvuelve nuestro vivir cotidiano. No dejemos de llevar a cabo aquello que está en nuestra mano, aunque nos parezca poca cosa, tan poca cosa como unos insignificantes granos de mostaza, porque el Señor mismo hará crecer nuestro empeño, y la oración y el sacrificio que hayamos puesto dará sus frutos.
En el evangelio narra dos parábolas del crecimiento del Reino, en la primera el Reino sigue creciendo mientras el campesino duerme, nos viene a decir que a pesar de todo el Reino crecerá, sólo debemos sembrar, Él ya se encarga del crecimiento. En la segunda advierte que, a pesar de su pequeñez y modestia, el grano de mostaza llega hacerse un árbol donde también anidan los pájaros, “echa ramas tan grandes que los pájaros pueden anidar a su sombra” pero sin la majestuosidad, frondosidad y la grandiosidad del cedro de la primera lectura.
Señor, que no pierda la confianza en el crecimiento del Reino, y que añada mi insignificante gota de agua.
Feliz domingo y feliz semana.



