04/08/2024
En este decimoctavo domingo del Tiempo Ordinario seguimos escuchando el discurso del Pan de Vida, que comenzábamos el domingo pasado. Tras el reparto de los panes y los peces, y la gente que lo quería proclamar rey, Jesús escapó de la multitud. Hoy comenzamos en este punto, la gente sigue buscándole y Jesús inicia una serie de diálogos con la intención de invitarles a creer, este discurso nos ocupará los próximos tres domingos. A través de sus palabras, Jesús, se irá revelando progresivamente como el Pan del Cielo.
En la lectura del Éxodo, el pueblo de Israel, de camino a la Tierra Prometida, tiene hambre y Dios les envía el maná, mostrándonos que Dios acompaña y cuida de su pueblo “Al atardecer comeréis carne, por la mañana os hartaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor Dios vuestro”. El salmista reflexiona sobre este episodio del maná y proclama “El Señor les dio el pan del cielo” El apóstol Pablo, en la carta a los Efesios, nos invita a despojarnos de todo lo viejo y revestirnos de la condición de hombre nuevo, una llamada a vivir conforme a la fe, pues Jesús mismo, se nos da como alimento que nos ayuda a “revestirnos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios” En el Evangelio, esta nueva condición de hombre nuevo, produce el encuentro personal con el Señor que nos promete: “el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed”.
Tras cruzar el mar Rojo, el pueblo de Israel comienza el camino por el desierto, el cual fue difícil a causa de básicamente tres problemas: el hambre, la sed y el acoso de pueblos adversarios que combatían con Israel. Cuando aparece la dificultad, el pueblo culpa de sus desgracias a Moisés y Aarón “¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos!” Moisés entiende que el enfado no va contra él y su hermano Aarón, sino que culpan a Dios de ello, e incluso dudan de Él Pero a pesar de todo, Dios está con ellos y les provee agua que mana de la roca, la llegada del cielo el maná y las codornices, y el pueblo que los hostigaba, los amalecitas, fueron derrotados, en definitiva es la dulzura con la que Dios trata siempre a su pueblo a pesar de las dudas e infidelidades. Es tal el amor que dios siente por su pueblo que los guía y les da de comer, ante la pregunta del pueblo ¿Qué es esto? Moisés responde “Es el pan que el Señor os da de comer” A nosotros hoy, Iglesia, Pueblo de Dios, nos alimenta con el Pan de Vida bajado del cielo, que es el mismo Jesús hecho pan, Jesús sacramentado.
Pablo en su carta a los Efesios, sigue exhortándonos a vivir en la verdad, a abandonar la vida pagana que lo mismo que es rechazar la autosuficiencia, la mala voluntad, la codicia, … y la vaciedad de pensamientos “renovaos en la mente” poniendo a Cristo en el centro de nuestras vidas, renovándonos en el espíritu, revistiéndonos de nueva humanidad, revistiéndonos de Cristo y despojándonos del hombre viejo, siendo hombres nuevos en verdad, justicia y santidad verdaderas “revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas” alimentándonos con los panes pascuales de sinceridad y verdad, es decir de Cristo nuestro cordero pascual.
En el Evangelio, Jesús, revela a las personas que lo buscan las verdaderas intenciones desenmascarando la mentalidad material “me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros” siguen a Jesús por el pan material y no por los signos que ha realizado, no alcanzan a entender fruto de su ceguera espiritual. Ante esta ceguera, Jesús, proclama la diversidad que existe entre el pan material y corruptible, y el pan que da la vida eterna “Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios” Jesús les exige una sola cosa ante la pregunta de que deben hacer para actuar como Dios quiere, les exige la adhesión a las obras y al plan de Dios “La obra que Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado”
La gente no está satisfecha, el milagro de los panes y los peces no es suficiente, quieren un signo partículas y mas estrepitoso. Jesús ante esta falta de fe, les responde que el verdadero alimento no está en el don de Moisés ni en la ley, sino en el don del Hijo, que el Padre ofrece a los hombres, “el verdadero Pan del cielo” pero la gente aun no entiende lo que eso significa, están lejos de la verdadera fe. Jesús mismo se anuncia como “Yo soy el Pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás” Él es el don de Dios Padre, con su infinito amor, hace a cada hombre, a cada uno de nosotros. Él es la Palabra en la hemos de creer, quien se adhiere a Él da un nuevo sentido a su propia vida, se reviste de hombre nuevo, y consigue su propia felicidad.
Feliz domingo día del Señor, y feliz semana.



