Solemnidad de la Epifanía del Señor

06/01/2025

Celebramos hoy la Epifanía, la luz de Cristo se manifiesta a todos los pueblos. Los magos de oriente, guiados por una estrella, llegan ante el Niño Jesús, reconociéndolo como el Mesías, el Salvador universal. Epifanía quiere decir manifestación, todo el tiempo de Navidad es una manifestación.

En Navidad celebramos la presencia visible de Dios encarnado en medio de nosotros, y en la Epifanía celebramos como se ha manifestado Dios que se ha encarnado. En Navidad celebramos el hecho que ocurrió en la humildad de la noche y que tuvo a unos pocos pastores por testigos. En Epifanía celebramos que ese hecho se ha manifestado para todos nosotros, y para toda la humanidad representada en los magos.

Ayer, el prólogo del Evangelio de Juan, nos presenta a Jesús como la Palabra eterna de Dios que se hace carne y acampa entre nosotros. Esta Palabra, fuente de luz y de vida, llega a un mundo que no la reconoce, pero a quienes la reciben, les da el poder de ser hijos de Dios. La Epifanía es la manifestación de esta luz al mundo, la revelación de Dios a todas las naciones.

La experiencia de los magos nos invita a reflexionar sobre nuestra propia búsqueda de Dios. ¿Qué estrellas guían nuestro camino? ¿Estamos dispuestos a dejarnos sorprender por la novedad de Dios? Los sabios de oriente que estaban en camino, en búsqueda, fueron guiados por la estrella, “Y la estrella que habían visto en oriente los guio hasta que llegó y se paró encima de donde estaba el niño”; una estrella que brilla para todos como nos dice el profeta Isaías “Caminaran los pueblos a tu luz, …”, pero ignorada e indiferente para muchos, todos la pueden ver, pero no todos la siguen. El profeta Isaías nos anuncia que la gloria del Señor se ha manifestado a todas las naciones. La luz de Cristo brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la pueden apagar. La Epifanía nos recuerda que la salvación de Dios no tiene fronteras, que su amor se extiende a todos los confines de la tierra.

Al igual que los magos, nosotros también estamos llamados a reconocer a Jesús como el Mesías, el Salvador que ha venido para todos. Este reconocimiento debe traducirse en una vida transformada, en un compromiso con la justicia y la fraternidad.

La Iglesia, como nuevo pueblo de Dios, está llamada a ser portadora de esta luz al mundo. Nuestra misión es anunciar la Buena Nueva, ser testigos del amor y la misericordia de Dios. La Epifanía nos impulsa a salir al encuentro de los demás, a ser fermento de esperanza y de fraternidad en medio del mundo.

Juan, en su primera carta, nos habla de la alegría que brota de la comunión con Dios. La fe en Cristo nos hace partícipes de la vida divina, nos convierte en hijos de Dios. La Epifanía es una invitación a vivir en la alegría de esta filiación divina. La alegría cristiana no es una alegría superficial, sino que brota de la experiencia del amor de Dios. Es una alegría que nos sostiene en las pruebas y dificultades de la vida. La alegría de ser hijos de Dios nos impulsa a compartir este don con los demás. Debemos ser mensajeros de esperanza y de paz, constructores de un mundo más justo y fraterno.

La Epifanía del Señor es una fiesta de luz y de esperanza. Es la celebración de la manifestación de Dios a todas las naciones. Que esta fiesta nos renueve en la fe, nos fortalezca en la esperanza y nos impulse a vivir en la caridad. Dejémonos guiar por la estrella de la fe, y vayamos al encuentro del Señor, llevando su luz al mundo.

La Epifanía nos recuerda que Dios se manifiesta en lo cotidiano de la vida, es una invitación a la conversión, a dejar que la luz de Cristo ilumine nuestra vida, a estar siempre en el camino de la búsqueda, decía San Juan Crisóstomo: “Los magos no se pusieron en camino de búsqueda por que vieron una estrella, sino que vieron la estrella porque estaban en camino de búsqueda” La oración personal y comunitaria nos ayuda a profundizar en el misterio de la Epifanía.

Que la celebración de la Epifanía del Señor nos ayude a ser verdaderos hijos de la luz, a vivir en la alegría del Evangelio y a ser testigos de Cristo en el mundo. Amén.

Felices Reyes.

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