02/02/2025
El Domingo de la Presentación del Señor es una celebración que nos invita a reflexionar sobre la manifestación de Jesús como luz y salvación, no solo para Israel, sino para toda la humanidad. Es un día en que conmemoramos la entrada de Jesús en el templo, cumpliendo la Ley, pero también es el día de la Vida Consagrada, uniendo la ofrenda de Jesús con la entrega de aquellos que siguen su llamada. En nuestro municipio celebramos esta fiesta de la Candelaria, previamente se presenta y bendice a los niños nacidos en el último año, según nuestra tradición también bendice el pan, de ahí las rocas de pan que porta la Virgen de la Candelaria por las calles de nuestro pueblo.
Las lecturas de este domingo tienen en común la idea de la manifestación de Jesús como luz y salvación, lo cual se cumple, en las profecías de Malaquías y en el salmo, en la persona de Jesús, que es el Sumo Sacerdote, de la carta a los Hebreos, que entra en el templo, y que en el Evangelio de Lucas es la Luz para iluminar a todas las naciones. En este día, se celebra tanto la entrada de Jesús en el templo como su reconocimiento como el Mesías y la luz para la humanidad, invitándonos a abrir nuestros corazones para recibirlo
La Primera Lectura, del profeta Malaquías, nos habla de un mensajero que prepara el camino del Señor, un anuncio de purificación y juicio. Este mensajero, prefiguración de Juan el Bautista, nos recuerda que la venida de Dios no es un evento que debemos tomar a la ligera, sino que requiere una preparación interior, un corazón dispuesto a recibir su gracia y su justicia. Es una llamada a la conversión, a enderezar nuestros caminos para que el Señor pueda entrar en nuestras vidas. No es suficiente con prácticas religiosas externas; Dios busca un corazón sincero y abierto a su gracia.
El salmo, que recitamos hoy, nos presenta una procesión hacia el templo, invitándonos a abrir las puertas de nuestro corazón para recibir al Rey de la gloria. La pregunta “¿Quién es ese Rey de la gloria?” se responde con la afirmación de que es el Señor, y nos invita a prepararnos para recibirlo. Esta preparación y reconocimiento del Señor son la base de nuestra esperanza, una esperanza que no se limita a lo terrenal, sino que anhela la vida eterna y la comunión con Dios.
La carta a los Hebreos nos habla de la caridad de Dios, manifestada en el sacrificio de Jesús, que nos impulsa a vivir una vida de amor y servicio hacia los demás, presenta a Jesús como un hermano solidario, que comparte nuestra humanidad para poder salvarnos. Su autor destaca cómo Jesús, al hacerse carne, participó de nuestra fragilidad y sufrimiento, haciéndose así capaz de comprendernos y ayudarnos en nuestras debilidades. Esta lectura nos revela que la salvación no es algo distante e inalcanzable, sino que Dios, en su Hijo, se ha acercado a nosotros y se ha identificado con nuestra condición humana
El Evangelio nos narra el momento culminante de este encuentro, la presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén. Este evento no es solo un cumplimiento de la ley judía, sino una manifestación del cumplimiento de las promesas de Dios. Es en este contexto donde encontramos a Simeón y Ana, dos figuras emblemáticas de la espera y la fidelidad. Simeón, movido por el Espíritu, reconoce en el niño Jesús la luz que iluminará a las naciones y la gloria de Israel, mientras que Ana, profetisa anciana, reconoce a Jesús como el liberador de Israel y proclama su identidad a todos los que aguardaban la redención. El encuentro de Simeón con Jesús es un encuentro de la antigua alianza con la nueva, un encuentro de la promesa con su cumplimiento. Su cántico, el Nunc Dimitís, es una hermosa expresión de la paz que trae la llegada del Mesías. Este encuentro en el templo, y el reconocimiento del niño Jesús por Simeón y Ana, refuerza nuestra fe, afirmando que Jesús es la culminación de las promesas de Dios. También nos invita a ser testigos de la Buena Noticia, anunciando la salvación a todos
Esta fiesta nos revela varios aspectos fundamentales: Dios se hace hombre en Jesús, compartiendo nuestra humanidad para elevarnos a la divinidad. La presentación de Jesús en el templo es un acto de profunda humildad y obediencia. Simeón proclama que Jesús es la “luz para iluminar a las naciones”. Esta luz disipa las tinieblas y la ignorancia, guiándonos hacia la verdad y la salvación. La carta a los Hebreos nos revela que Dios no es un ser lejano y distante, sino que se ha hecho uno de nosotros en Jesús, para así podernos comprender, salvarnos y ayudarnos en nuestras debilidades. La historia de Simeón y Ana refleja la fidelidad de Dios a sus promesas. Ambos esperan pacientemente y son recompensados con el encuentro con el Mesías.
La Presentación del Señor nos llama a la Esperanza, como Simeón y Ana, cultivemos una actitud de esperanza, aguardando con paciencia la manifestación de Dios en nuestras vidas. Así como María y José entregaron a Jesús en el templo, nosotros también debemos poner nuestras vidas en manos de Dios, confiando en su providencia y su amor. Al igual que Ana, estamos llamados a proclamar la buena noticia de la salvación a todos los que nos rodean, compartiendo la luz de Cristo con el mundo. Como Jesús, llamado por el autor de Hebreos “sumo sacerdote compasivo”, también nosotros debemos ser compasivos, misericordiosos y solidarios con los demás.
Esta fiesta también nos interpela sobre nuestra relación con Dios: ¿Estamos preparados para recibir a Cristo en nuestras vidas? ¿Hemos enderezado nuestros caminos y purificado nuestros corazones para acoger su gracia? ¿Confiamos en la guía del buen Pastor? ¿Permitimos que Dios ilumine nuestras decisiones y oriente nuestros pasos? ¿Damos testimonio de la luz que hemos recibido? ¿Compartimos con alegría y valentía la buena noticia del Evangelio en nuestro entorno? ¿Somos misericordiosos y solidarios con los que nos rodean, a ejemplo de Jesús?
Que la celebración de este día nos impulse a vivir con mayor fe, esperanza, amor y compasión. Que el encuentro con el Señor nos transforme, nos ilumine y nos impulse a ser testigos de su presencia en el mundo. Que al igual que Simeón y Ana, podamos reconocer a Jesús en nuestra vida cotidiana, dejándonos guiar por el Espíritu, para que nuestras vidas sean un reflejo de la luz del Señor.
Feliz domingo día del Señor y feliz semana.


