VII Domingo del Tiempo Ordinario

23/02/2025

Nos encontramos hoy en este VII Domingo del Tiempo Ordinario, que nos invita a la reflexión sobre nuestra vida cotidiana a la luz del Evangelio. La liturgia de hoy nos presenta textos que nos confrontan con la radicalidad del mensaje de Jesús, especialmente en lo que se refiere al amor y nos invita a una profunda reflexión sobre cómo vivir nuestra fe en el mundo real, un mundo donde el amor al enemigo parece una utopía y el perdón una debilidad. A la fecha de la programación de esta entrada estamos pendiente del estado de salud del Santo Padre, del Papa Francisco, desde aquí nos unimos en oración.

Jesús siguiendo con sus enseñanzas, anima y enseña a reconocer la misericordia de Dios como modelo para nuestras acciones y relaciones, y a vivir la fe cristiana como un camino de perdón y amor sin límites, muestra que la misericordia divina debe ser imitada en nuestra vida diaria, transformándonos en agentes de reconciliación y paz.

El conjunto de las lecturas tiene como nexo común la manifestación de la misericordia y la invitación a practicarla. La primera lectura, el profeta Samuel, muestra a David perdonando a Saúl, su enemigo, lo que ejemplifica la misericordia en la acción humana, un reflejo de la bondad divina “No acabes con él, pues ¿Quién ha extendido su mano contra el ungido del Señor y ha quedado impune?”. El salmo alaba la compasión y la paciencia de Dios, resaltando que su amor es eterno “El Señor es compasivo y misericordioso” San Pablo, en la segunda lectura, presenta a Jesús como el último Adán, en contraposición al primer Adán, resaltando la transformación y renovación que Cristo trae “El primer hombre, Adán, se convirtió en ser viviente. El último Adán, en espíritu vivificante”.  El Evangelio de Lucas, nos insta a amar a nuestros enemigos y a perdonar, una práctica que se asemeja al amor y la misericordia de Dios “amad a vuestros enemigos”.

El profeta Samuel en la primera lectura nos presenta la historia de David y Saúl, donde vemos a David perdonando la vida a su enemigo, Saúl, quien lo perseguía para matarlo. David, ungido por Dios, tuvo la oportunidad de acabar con Saúl, pero decide no hacerlo, reconociendo que Saúl es el ungido del Señor, toda una imagen de la magnanimidad y el respeto, incluso hacia aquellos que nos hacen daño. Es una invitación a no devolver mal por mal, a reconocer la dignidad de cada persona, aun en la enemistad.

El salmo que proclamamos es una alabanza a la misericordia de Dios. Nos recuerda que Dios es compasivo y lento a la ira, y que su amor es eterno, recuerda que el perdón es una manifestación del amor divino en nosotros.

San Pablo, en la su Primera Carta a los Corintios, nos habla de la dualidad entre el hombre terrenal y el hombre espiritual. El hombre terrenal, Adán, es imagen de la debilidad humana y el pecado, mientras que el hombre espiritual, Cristo, es imagen de la vida divina. Esta lectura nos recuerda nuestra vocación a transformarnos en la imagen de Cristo, el hombre nuevo, a través de la fe y la práctica de sus enseñanzas, como el amor al enemigo.

En el Evangelio, Jesús nos presenta un camino difícil pero esencial: el amor a los enemigos. No solo se trata de amar a quienes nos aman, sino a aquellos que nos odian, bendecir a los que nos maldicen, y orar por quienes nos calumnian. Este mandamiento del amor no es un mero idealismo, sino la forma concreta de vivir la vida cristiana, una forma de seguir a Jesús. Jesús nos pide un amor generoso, sin límites, que vaya más allá de la justicia humana, un amor que nos hace semejantes a Dios, que ama a todos sin distinción.

El amor al enemigo, lejos de ser una debilidad, es la mayor manifestación de la fuerza del Evangelio. Dios nos llama a amar no con un amor selectivo, sino con un amor universal, como el suyo. La comunidad cristiana debe ser un lugar donde se vive el perdón y se practica el amor al prójimo, incluso con aquellos que no comparten nuestras ideas o creencias. Es una llamada a imitar a Jesús en cada una de nuestras acciones, una llamada a vivir de acuerdo al espíritu del Evangelio, donde la misericordia, el amor y el perdón son fundamentales.

El Evangelio nos confronta con la realidad de nuestra fragilidad humana, con nuestra inclinación al egoísmo y a la venganza. Sin embargo, nos ofrece una alternativa: la posibilidad de transformarnos, de renacer en el amor y la misericordia. El mensaje de hoy invita a dejar atrás el camino del odio y la venganza, y abrazar el camino de la reconciliación y la paz.

Pidamos a Dios que nos dé la fuerza y la gracia para vivir esta radicalidad del Evangelio, y que podamos ser verdaderos testigos del amor de Cristo en el mundo.

Feliz domingo día del Señor y feliz semana.

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