23/03/2021
Nos encontramos hoy en el tercer domingo de Cuaresma, un tiempo de especial gracia en nuestro camino como “Peregrinos de la Esperanza”. La Cuaresma, tiempo preparación, va avanzando hacia un gran encuentro, la Pascua, cuando celebremos la Resurrección de Jesús. En este Año Jubilar, nuestra peregrinación cuaresmal se intensifica, pues buscamos con renovada esperanza la plenitud de la vida en Cristo.
La liturgia de este tercer domingo de Cuaresma nos presenta un hilo conductor claro: la insistente llamada de Dios a la conversión. Desde las páginas del Antiguo Testamento hasta las palabras de Jesús en el Evangelio, pasando por la reflexión de Pablo, se nos invita a tomar en serio nuestro camino de fe y a responder con un cambio genuino de corazón, hasta la paciencia divina ante nuestra falta de frutos en el Evangelio. Las lecturas nos invitan a examinar nuestros corazones y a responder con fe y perseverancia a su amor redentor, tal y como cantamos en el salmo, “Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre”
La primera lectura, del libro del Éxodo, nos transporta a un momento fundamental en la historia de la salvación. Presenciamos el encuentro de Moisés con Dios en la zarza ardiente. Dios se revela a sí mismo, manifestando su preocupación por la opresión de su pueblo en Egipto y encomendándole la misión de liberarlos. Este relato nos recuerda la iniciativa divina en nuestra salvación y su constante escucha del clamor de los sufrientes. Además, Dios revela su nombre, “Yo soy el que soy”, un nombre que expresa su presencia viva y su fidelidad a su promesa de liberación. El salmista nos invita a bendecir al Señor con todo nuestro ser, recordando sus beneficios, su perdón de nuestras culpas, su curación de nuestras enfermedades, su lenta ira y gran misericordia, que resuena como una invitación a confiar en la bondad divina mientras nos esforzamos en nuestro camino de conversión. “El Señor es compasivo y misericordioso”
En la segunda lectura, el apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, establece un paralelismo entre la experiencia del pueblo de Israel en el desierto y la vida de los cristianos. Nos recuerda cómo, a pesar de haber sido liberados de la esclavitud y haber experimentado la presencia de Dios, los israelitas cayeron en la idolatría, la inmoralidad y la murmuración, sufriendo las consecuencias. Pablo utiliza estas historias como una advertencia para nosotros, exhortándonos a no repetir sus errores y a perseverar en la fe, recordando que “el que se cree seguro, cuídese de no caer”.
El Evangelio nos confronta directamente con la urgencia de la conversión. Jesús nos dice claramente que las tragedias no son necesariamente signos del castigo divino, sino más bien llamadas a la reflexión sobre nuestra propia fragilidad y la necesidad de cambiar de rumbo. Jesús responde a la pregunta sobre la repentina muerte de algunos galileos y la tragedia de la torre de Siloé. “¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?” Rechaza la idea de que estas desgracias sean un castigo directo por pecados particulares. En lugar de eso, hace una llamada urgente a la conversión, afirmando que, si no nos convertimos, pereceremos igualmente.
A continuación, Jesús pronuncia la parábola de la higuera estéril, que ilustra la paciencia de Dios que espera frutos de conversión, pero también advierte sobre la consecuencia de la esterilidad persistente. La parábola de la higuera estéril enseña que Dios, en su infinita paciencia, nos da tiempo, espera nuestros frutos de conversión. Pero esta paciencia no es ilimitada. Si permanecemos estériles, si nuestra fe no se traduce en obras de amor, de justicia, de arrepentimiento sincero, corremos el riesgo de ser cortados. “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”
Que este tercer domingo de Cuaresma sea para cada uno de nosotros una oportunidad renovada para acoger la llamada de Dios a la conversión. Que, recordando la liberación del Éxodo, aprendiendo de las faltas del pueblo en el desierto y meditando en la paciencia divina ante la higuera estéril, nos decidamos a dar frutos abundantes de una vida renovada en Cristo.
Feliz domingo día del Señor y feliz semana.



