Jueves Santo

17/04/2025

Hoy, Jueves Santo, celebramos el día del Amor Fraterno, un amor que se revela plenamente en la entrega de Jesús, que podemos resumir en: “Amándonos hasta el extremo, Jesús nos dejó el mandamiento y el sacramento de la esperanza en nuestro caminar.”

En la lectura del Éxodo, recordamos la primera Pascua, “Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis”. El salmo, preludio de la oración de Jesús en Getsemaní, nos invita a alabar al Señor por su salvación “El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo”. San Pablo en su carta a los Corintios nos transmite el mandato de Jesús en la Última Cena “Haced esto en memoria mía”, instituyendo así la Eucaristía. El evangelio nos presenta con el lavatorio de los pies, una lección de humildad y servicio que Jesús nos da como ejemplo de cómo debemos amarnos los unos a los otros “se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos”

Al contemplar a Jesús en el huerto de Getsemaní, vemos la angustia humana ante el sufrimiento y la muerte, pero también su obediencia y su amor incondicional al Padre. En esa noche, antes de su pasión, Jesús no solo oró, sino que instituyó dos pilares fundamentales de nuestra fe y de nuestro camino como peregrinos de esperanza:

El Lavatorio de los Pies, con este gesto humilde, Jesús se despoja de su condición de Maestro y Señor para servir a sus discípulos. Nos enseña que el amor fraterno no es solo un sentimiento, sino un servicio concreto, una disposición a inclinarnos ante las necesidades de los demás, a tocar sus heridas y a limpiarlas con la delicadeza del amor de Dios. En este año jubilar, como peregrinos de esperanza, estamos llamados a seguir este ejemplo, llevando el amor y el servicio a cada encuentro en nuestro camino.

La Institución de la Eucaristía, en la Última Cena, Jesús tomó el pan y el vino, los bendijo y se los dio a sus discípulos, diciendo: “Esto es mi cuerpo… Esta es mi sangre… Haced esto en memoria mía”. En este sacramento, Jesús se queda con nosotros como alimento para nuestro camino, como prenda de la vida eterna. Cada vez que participamos de la Eucaristía, renovamos nuestra alianza con Dios y fortalecemos nuestra esperanza en la resurrección. Como peregrinos, la Eucaristía es nuestra vianda, la fuerza que nos sostiene en las dificultades y nos impulsa hacia la meta final.

Hoy, la reflexión la llevaremos al Huerto de Getsemaní, momento del Jueves Santo, que casi pasa desapercibido, en este lugar contemplamos a Jesús en una profunda angustia, un momento crucial antes de su entrega.

El Evangelio de Lucas nos ofrece una visión particular de este Getsemaní. Vemos a Jesús retirándose a orar con sus discípulos. A diferencia de una imagen de total serenidad, Lucas nos muestra a un Jesús que experimenta una intensa lucha interior, hasta el punto de necesitar la cercanía y el apoyo de sus amigos. Incluso el evangelista señala que Jesús sintió angustia y oró con más insistencia, y su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre que caían a tierra.

Esta escena en Getsemaní nos revela la verdadera humanidad de Jesús. Él, siendo Dios, no estuvo exento del temor ante el sufrimiento y la muerte. Sin embargo, en medio de esta angustia, Jesús se dirige a su Padre en oración, buscando fortaleza y reafirmando su obediencia a la voluntad divina. Es en este contexto de vulnerabilidad humana y entrega confiada que un ángel del cielo aparece para fortalecerlo. Este detalle subraya que incluso en los momentos más oscuros, la gracia y el consuelo de Dios están presentes.

Getsemaní se convierte en un símbolo de la lucha humana ante el dolor y la adversidad, pero también de la fuerza que se encuentra en la oración y en la obediencia a la voluntad de Dios. Jesús, al vivir esta profunda angustia, santificó también nuestro propio sufrimiento, mostrándonos el camino de la confianza en el Padre incluso en los momentos más difíciles.

El lavatorio es una expresión concreta de este amor en el servicio, mientras que la agonía en Getsemaní muestra la magnitud del sacrificio que Jesús estaba dispuesto a realizar por ese mismo amor.

En este Jueves Santo, día del Amor Fraterno y como Peregrinos de Esperanza, recordemos las palabras de Jesús y su ejemplo en Getsemaní. Que el lavatorio de los pies nos impulse a servirnos los unos a los otros con humildad y generosidad, y que la Eucaristía nos alimente con la esperanza de la vida eterna. Que nuestro peregrinar esté marcado por el amor que Jesús nos mostró hasta el extremo, un amor que nos une como hermanos y nos sostiene en la esperanza de su Reino.

Jueves Santo, feliz día del Amor Fraterno.

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