27/04/2025
¡Señor Mío y Dios mío!
Durante esta semana hemos celebrado la octava de Pascua, ochos días seguidos celebrando el acontecimiento de la Resurrección de Nuestro Señor, este año dentro de un contexto año jubilar y de duelo por el fallecimiento del papa Francisco, por quien hemos rezado durante esta semana y a cuál enterrábamos ayer sábado. Ahora rezamos por el cónclave, para que el Espíritu Santo nos de un nuevo Pastor que lleve el timón de la Braca. El tema central de este domingo es: la resurrección de Cristo victorioso sigue derramando su paz y su Espíritu, manifestándose en la fe de la comunidad y en el poder de su presencia viva.
Primera Lectura nos muestra la fuerza viva del Resucitado actuando a través de los apóstoles. Los signos y prodigios que realizaban eran una clara evidencia del poder de Dios y atraían a un número cada vez mayor de creyentes. La comunidad primitiva experimentaba de manera palpable la presencia de Cristo resucitado en medio de ellos, confirmando la verdad de la Pascua “se reunían con un mismo espíritu”
El salmo es un canto de acción de gracias por la victoria y la salvación concedida por el Señor “eterna es su misericordia” Los versículos resaltan la poderosa diestra de Dios y la afirmación de que el salmista no morirá, sino que vivirá para contar las obras del Señor. La piedra desechada que se convierte en piedra angular es una clara alusión a la resurrección de Jesús, la base de nuestra fe.
En la Segunda Lectura, Juan, nos presenta una visión del Señor resucitado y glorificado en el día del Señor. Esta aparición revela la majestad y el poder de Cristo victorioso sobre la muerte, quien sigue hablando y guiando a su Iglesia “No temas; yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo”. El miedo inicial de Juan se transforma en una misión al recibir el mandato de escribir lo que ve, lo que es y lo que va a suceder, mostrando la continuidad del plan de salvación en el tiempo pascual.
El evangelio nos narra la primera aparición de Jesús resucitado a sus discípulos. A pesar de las puertas cerradas por el miedo, Jesús se presenta trayendo paz y el don del Espíritu Santo. La duda de Tomás subraya la importancia de la fe basada en el encuentro personal con el Resucitado. La confesión de Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”, es la culminación del encuentro pascual, invitándonos también a nosotros a una fe profunda en la divinidad de Cristo.
El encuentro de los discípulos con Jesús resucitado en el Cenáculo es un momento fundacional para nuestra fe. Estaban llenos de miedo, con las puertas cerradas, tal vez sintiéndose derrotados. Pero Jesús, atravesando toda barrera, se presenta con un saludo de paz: “Paz a vosotros”. Esta paz no es solo la ausencia de conflicto, sino la plenitud de la presencia de Dios, el fruto de su victoria sobre el pecado y la muerte.
Y junto con la paz, Jesús les da su Espíritu: “Recibid el Espíritu Santo”. Este es el mismo Espíritu que lo resucitó de entre los muertos, el que transforma el miedo en valentía, la duda en fe, la tristeza en alegría. Es el Espíritu que nos capacita para perdonar y para ser testigos de su amor en el mundo.
La figura de Tomás nos resulta especialmente cercana. Su duda no es una negación obstinada, sino el anhelo de una experiencia personal. Y Jesús, con infinita paciencia y amor, se la concede. “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. El encuentro personal con el Resucitado transforma la duda de Tomás en una firme profesión de fe: “¡Señor mío y Dios mío!”.
Este domingo nos invita a reflexionar sobre nuestra propia fe. ¿Hemos experimentado el encuentro vivo con el Resucitado? ¿Permitimos que su paz y su Espíritu transformen nuestros miedos y nuestras dudas? La resurrección de Cristo no es solo un acontecimiento del pasado, sino una realidad presente que sigue actuando en el corazón de la Iglesia y en la vida de cada creyente.
Que la paz de Cristo Resucitado llene nuestros corazones y que el don de su Espíritu nos impulse a ser testigos valientes de su amor y su misericordia en el mundo de hoy.
Feliz domingo día del Señor y feliz semana.




