PASCUA Y JUBLIEO DEL ENFERMO
25/05/2025
Hoy Sexto Domingo de Pascua, la Iglesia celebra, de manera especial, la Pascua del Enfermo, que tiene como lema “En esperanza fuimos salvados”.
Las lecturas de hoy destacan cómo el Espíritu Santo capacita a la Iglesia para vivir el amor, ofreciendo paz y esperanza, una esperanza que nace de sabernos guiados por el Espíritu, una esperanza que nos orienta hacia la gloria futura, y una esperanza que se hace presente en el don de la paz de Cristo.
En el Evangelio, final del discurso de despedida, Jesús habla de su partida, y ofrece dones que garantizan su presencia continua, como son el Espíritu Santo y su paz.
La promesa del Espíritu es central: “nos enseñará todas las cosas y nos recordará todo lo que Él nos ha dicho”, pues actualiza la Palabra de Jesús en nuestras vidas, ayudándonos a comprender y a vivir sus enseñanzas, que se centran en su mandamiento fundamental: “amarnos unos a otros”
Junto con el Espíritu, Jesús nos deja su paz: “La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo”. La paz de Jesús no es la ausencia de problemas o conflictos externos. La Iglesia primitiva, como hemos en la primera lectura, enfrentó tensiones, y el Apocalipsis nos recuerda que la Iglesia peregrina atraviesa dificultades.
Este mensaje adquiere una resonancia particular hoy, al celebrar el Jubileo y Pascua del Enfermo, pues, la experiencia de la enfermedad y el sufrimiento es, sin duda, un momento de dificultad que genera grandes preguntas sobre el significado de la vida.
Precisamente aquí resplandece la promesa de Jesús. Él no nos abandona en nuestro sufrimiento. Envía al Espíritu Santo, el Consolador, el que nos recuerda sus palabras. ¿Y cuáles son estas palabras que nos recuerda el Espíritu? Las palabras de su amor incondicional, las palabras de su cercanía en el dolor, las palabras que dan sentido incluso a la cruz, porque la pasión es el camino de la resurrección. El Espíritu nos recuerda que no estamos solos, que Jesús está con nosotros, que Él mismo experimentó el sufrimiento.
La esperanza cristiana, puesta en Dios, se convierte en fuerza capaz de sostener y fortalecer, una esperanza que se concreta en gestos, cómo guardar las palabras de Jesús, amando a Dios y amando al prójimo.
Pero, sobre todo, para nosotros, la comunidad, guardar las palabras de Jesús en este día significa vivir el mandamiento del amor concretado en la caridad, la cercanía y el acompañamiento de los enfermos. Como nos recordaba el Papa Francisco, nada es peor que vivir el sufrimiento solos. Estamos llamados a ser “ángeles de la esperanza”, que, impulsados por el Espíritu hacemos presente la paz consoladora a nuestros hermanos que sufren.
Los enfermos con su testimonio de fe en medio de la fragilidad y su capacidad de encontrar sentido a su situación, como peregrinos de esperanza, son una luz para toda la comunidad, recordándonos que el sufrimiento puede ser una oportunidad para encontrar al Señor y que la verdadera dignidad humana se manifiesta en caminar juntos.
Que, por la intersección de María Auxiliadora, la paz de Cristo esté siempre en nuestros corazones, y que el Espíritu Santo nos recuerde sus palabras.




