Dedicación de la Basílica de S. Juan de Letrán.

09/11/2025

Hoy celebramos una fiesta especial y significativa: la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán en Roma, la cátedra de Pedro. La celebración va mucho más allá de las piedras de un edificio, nos invita a reflexionar dónde reside verdaderamente Dios y cuál es el templo que Él desea habitar.

La idea central de las lecturas es la progresión teológica del concepto de Templo: de las piedras físicas del Templo, pasando por el Cuerpo de Cristo como Templo definitivo, hasta la comunidad de creyentes como el Templo vivo de Dios. Es como si el plan divino fuera un río de vida, que comenzó con la promesa de Ezequiel, fue canalizado por Jesús en la Cruz y ahora fluye a través de los creyentes, las piedras vivas para sanar el mundo.

La profecía de Ezequiel nos transporta a una visión de restauración. El profeta vio que, del templo, brotaba una corriente de agua hacia el este. Esta agua no era estéril, sino que saneaba las aguas del Mar de la Sal, el Mar Muerto, y daba vida y abundancia. Esta es una promesa de que la presencia de Dios trae vida, incluso en los lugares más desolados.

El Salmo se hace eco de esta confianza, celebrando a Dios como “nuestro refugio y nuestra fuerza” afirmando con alegría, El pueblo de Dios se siente seguro porque Dios está en medio de ellos.

S. Juan en el Evangelio nos presenta un giro radical en lo que significa la morada de Dios. Jesús sube a Jerusalén y, haciendo un signo profético, expulsa a los vendedores y cambistas del Templo, diciendo: “no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”

Cuando los judíos le preguntaron qué signo podía mostrar para obrar así, Jesús les contestó con una frase que solo sus discípulos entendieron después de la Pascua: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”

Jesús no estaba hablando del edificio de piedra que tardó cuarenta y seis años en construirse. Él hablaba del “templo de su cuerpo”. Cristo es el verdadero y único mediador que nos da acceso a Dios. Él mismo, muerto y resucitado, es el nuevo y definitivo templo.

Llegamos así a la enseñanza crucial de San Pablo en su Primera Carta a los Corintios: si Cristo es el Templo, ¿dónde estamos nosotros?

Pablo usa la poderosa imagen de la construcción: “Sois edificio de Dios”. Y deja claro que “nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo”. Pero luego da un paso más, aplicándonos la dignidad de la morada de Dios: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”

Esto significa que el templo de Dios hoy no es primordialmente el magnífico edificio de Letrán, ni siquiera nuestra propia parroquia, sino cada uno de nosotros y nuestra comunidad reunida. Somos “templos vivos” de Dios. La fe, como señala San Pablo, se fundamenta en Cristo, y el Espíritu Santo habita en nosotros para guiarnos y transformarnos.

La celebración de hoy es, por tanto, una llamada a la coherencia. Si somos el templo, debemos asegurar que ese templo sea santo y que el agua de vida que fluye de Cristo, como la visión de Ezequiel, sane nuestro entorno y dé frutos.

Pongamos a Jesús en el centro de nuestra vida y existencia, permitiendo que el Espíritu Santo more y actúe en nosotros, sus templos vivos.

Feliz domingo, día del Señor y feliz semana.

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