
Junio 2025



La vida en pareja es un viaje emocionante.
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La comunicación, el respeto , el AMOR, son fundamentales para una relación saludable.

Te esperamos.
01/06/2025
Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor, un acontecimiento que marca el inicio de un tiempo nuevo para la humanidad y la Iglesia. Jesús, después de explicar a sus discípulos el sentido profundo de su pasión y resurrección a la luz de las Escrituras, no simplemente se despide, sino que les encomienda una tarea monumental: predicar la conversión a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Esta comisión es el corazón de la misión de la Iglesia, un encargo que resuena a lo largo de los siglos. La Ascensión de Jesús al Padre inaugura el tiempo de la Iglesia, llamada a ser su testigo hasta los confines de la tierra, fortalecida por el Espíritu prometido.
La primera lectura nos relata la escena de la Ascensión del Señor “fue llevado al cielo” y del envío a ser sus testigos “seréis mis testigos […] hasta el confín de la tierra” Con el salmo cantamos con alegría “Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.” La segunda lectura nos ayuda a comprender la fiesta de hoy, centrada en el triunfo “está sentado a la derecha de Dios, por encima de todo y de todos” El evangelio, siguiendo y acorde a la primera lectura, Lucas, relata nuevamente la Ascensión “Mientras los bendecía, fue llevado hacia el cielo”
La Primera Lectura es el comienzo del segundo libro escrito por Lucas, que continúa su Evangelio. En ella narra cómo Jesús se presentó a sus discípulos durante cuarenta días después de su pasión, hablándoles del Reino de Dios. La lectura de hoy describe la escena visible de la Ascensión, donde Jesús es elevado y una nube lo quita de su vista. Acto seguido, dos varones vestidos de blanco aparecen y anuncian el futuro regreso de Jesús. Este texto subraya la transición del tiempo de Jesús al tiempo de los Apóstoles y la Iglesia, enfatizando el encargo de los discípulos como testigos de la resurrección y depositarios de la palabra de Jesús, y vinculando esta misión a la promesa del Espíritu Santo, que les daría la fuerza necesaria. La escena utiliza elementos típicos de las grandes teofanías del Antiguo Testamento y expande el campo misionero de la Iglesia desde Jerusalén hasta los confines de la tierra.
El Salmo es un himno a Dios como rey del universo. Invita a toda la tierra a aclamar al Señor que asciende para sentarse en su trono sagrado. La Iglesia canta hoy este salmo con los ojos puestos en su Señor, elevado a la derecha de Dios en su Ascensión, regocijándose en su reinado universal.
La Segunda Lectura se centra en el carácter único y definitivo del acontecimiento de Cristo. Afirma que Cristo ha entrado en el mismo santuario celestial, no en copias hechas por manos humanas. Su sacrificio único e irrepetible abre para nosotros una vía nueva y viva para entrar en la presencia de Dios a través de la cortina, que es su carne. Esta lectura nos da una firme esperanza en la fidelidad de Dios.
El Evangelio es la conclusión del Evangelio de Lucas. Jesús explica a sus discípulos el significado de su pasión y resurrección, cumpliendo así las Escrituras. La Ascensión no es un simple irse o desaparecer, sino el coronamiento de la glorificación de Cristo. Es la manifestación de que la Pascua se completa con la entronización de Jesús como Señor, un misterio que, lejos de ser un episodio aislado, forma parte integrante del único misterio pascual.
La Ascensión nos llama a la confianza en Dios y a la humildad, recordándonos que la fe cristiana es la Palabra de Dios, pronunciada en Jesús Resucitado, que nos invita a dejarnos abrazar por el Padre, y a ser sus testigos, Jesús delega su misión a sus seguidores, “hasta los confines de la tierra”. La promesa del Espíritu Santo es fundamental para ser testigos eficaces. La Eucaristía es el lugar donde Jesús, a través de la Iglesia, actualiza su misterio pascual.
La Ascensión no nos aleja de Jesús, sino que transforma nuestra relación con Él y nos lanza a la misión. Nos recuerda que el Señor, aunque no visiblemente presente como antes, está con nosotros, en nosotros, en la Iglesia, en su Palabra y en los sacramentos. Es tiempo de la Iglesia, tiempo de nuestro testimonio, sostenidos por la promesa del Espíritu Santo y envueltos en la bendición de Cristo que asciende al Padre.
Feliz domingo día del Señor y feliz semana.

La barriada de El Romeral celebró con gran fervor la festividad de la Virgen de Fátima, una tradición que se mantiene viva desde hace 75 años y que sigue reuniendo a generaciones de vecinos en torno a la fe y la devoción mariana.
La jornada comenzó con la visita de los niños del colegio Juan Pablo II a la capilla, donde se vivieron emotivos momentos de oración y recogimiento con cada uno de los ciclos educativos, fortaleciendo así los lazos entre la comunidad escolar y la vida parroquial.
Por la tarde, a las seis y media, se rezó el Santo Rosario, presidido por el diácono José Antonio Aguilar, seguido de la Santa Misa a las siete, que fue oficiada por el párroco Manolo. Ambas celebraciones estuvieron marcadas por un ambiente de respeto, recogimiento y participación activa de los feligreses.
Uno de los elementos más destacados de esta edición fue el exorno floral de la Virgen y de la capilla, decorados con flores en tonos amarillos y blancos, colores de la bandera vaticana, como homenaje por la reciente elección del nuevo Papa León XIV.

La festividad culminó con la tradicional procesión de la imagen de la Virgen de Fátima por las calles de la barriada, acompañada por numerosos vecinos que la honraron con cantos y oraciones, renovando su compromiso con una devoción que sigue viva y arraigada en el alma de El Romeral.







PASCUA Y JUBLIEO DEL ENFERMO
25/05/2025
Hoy Sexto Domingo de Pascua, la Iglesia celebra, de manera especial, la Pascua del Enfermo, que tiene como lema “En esperanza fuimos salvados”.
Las lecturas de hoy destacan cómo el Espíritu Santo capacita a la Iglesia para vivir el amor, ofreciendo paz y esperanza, una esperanza que nace de sabernos guiados por el Espíritu, una esperanza que nos orienta hacia la gloria futura, y una esperanza que se hace presente en el don de la paz de Cristo.
En el Evangelio, final del discurso de despedida, Jesús habla de su partida, y ofrece dones que garantizan su presencia continua, como son el Espíritu Santo y su paz.
La promesa del Espíritu es central: “nos enseñará todas las cosas y nos recordará todo lo que Él nos ha dicho”, pues actualiza la Palabra de Jesús en nuestras vidas, ayudándonos a comprender y a vivir sus enseñanzas, que se centran en su mandamiento fundamental: “amarnos unos a otros”
Junto con el Espíritu, Jesús nos deja su paz: “La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo”. La paz de Jesús no es la ausencia de problemas o conflictos externos. La Iglesia primitiva, como hemos en la primera lectura, enfrentó tensiones, y el Apocalipsis nos recuerda que la Iglesia peregrina atraviesa dificultades.
Este mensaje adquiere una resonancia particular hoy, al celebrar el Jubileo y Pascua del Enfermo, pues, la experiencia de la enfermedad y el sufrimiento es, sin duda, un momento de dificultad que genera grandes preguntas sobre el significado de la vida.
Precisamente aquí resplandece la promesa de Jesús. Él no nos abandona en nuestro sufrimiento. Envía al Espíritu Santo, el Consolador, el que nos recuerda sus palabras. ¿Y cuáles son estas palabras que nos recuerda el Espíritu? Las palabras de su amor incondicional, las palabras de su cercanía en el dolor, las palabras que dan sentido incluso a la cruz, porque la pasión es el camino de la resurrección. El Espíritu nos recuerda que no estamos solos, que Jesús está con nosotros, que Él mismo experimentó el sufrimiento.
La esperanza cristiana, puesta en Dios, se convierte en fuerza capaz de sostener y fortalecer, una esperanza que se concreta en gestos, cómo guardar las palabras de Jesús, amando a Dios y amando al prójimo.
Pero, sobre todo, para nosotros, la comunidad, guardar las palabras de Jesús en este día significa vivir el mandamiento del amor concretado en la caridad, la cercanía y el acompañamiento de los enfermos. Como nos recordaba el Papa Francisco, nada es peor que vivir el sufrimiento solos. Estamos llamados a ser “ángeles de la esperanza”, que, impulsados por el Espíritu hacemos presente la paz consoladora a nuestros hermanos que sufren.
Los enfermos con su testimonio de fe en medio de la fragilidad y su capacidad de encontrar sentido a su situación, como peregrinos de esperanza, son una luz para toda la comunidad, recordándonos que el sufrimiento puede ser una oportunidad para encontrar al Señor y que la verdadera dignidad humana se manifiesta en caminar juntos.
Que, por la intersección de María Auxiliadora, la paz de Cristo esté siempre en nuestros corazones, y que el Espíritu Santo nos recuerde sus palabras.