El pasado sábado 8 de febrero nuestra parroquia peregrinó, junto con el resto de parroquias de nuestro Arciprestazgo de Coín y de Álora a la Catedral de Málaga, dentro de este Año Jubilar dedicado a la esperanza.
Compartimos dos respuestas, ante la pregunta , ¿qué ha supuesto para tí la peregrinación a la Parroquia de Santiago y a la Catedral?
La visita a la catedral de Málaga junto a diversas parroquias de nuestra provincia con motivo del año jubilar, me ha hecho sentir, de nuevo, la importancia de vivir la fe en Jesucristo en comunidad, caminando juntos, sintiéndonos más iglesia, compartiendo las gracias que recibimos de Dios a través de los sacramentos, y en este año en especial con la indulgencia plenaria, se nos ofrece el perdón total de todos nuestros pecados. Pero juntos, compartiendo nuestra misma fe e inquietudes por implantar en nuestra sociedad el reino de Dios, que todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre. (A.T.)
En este año 2025, Jubileo, Cristo nos anima a caminar de su mano, para transmitir a los demás no sólo el mensaje del Evangelio, sino la Esperanza que el mismo transmite. La Esperanza de un Reino que a todos nos acogerá, y a todos por igual. Caminar (aunque una parte fuese en autobús) junto con mis herman@s de la Parroquia, me recuerda que no estamos ni vivimos solos, que somos muchos y sobre todo que Jesús está en todos nosotros. Da igual la edad, las limitaciones físicas o enfermedades de cada uno, todos a una, y todos compartiendo la alegría que nos da el Evangelio. Pese a que amaneció una mañana un poco fría, se compensó con la calidez de la compañía, la profundidad de la oración ante el Santísimo, y la ternura y alegría de la celebración en la Gran Casa de Dios en Málaga. Una experiencia que como cristiano, no se olvida. (B.C)
Este quinto Domingo del Tiempo Ordinario nos invita a reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas y a responder a su llamada con generosidad y humildad. Las lecturas de este domingo invitan a reflexionar sobre la vocación, la misión, la Palabra, y la respuesta del ser humano ante la llamada de Dios. También es la Campaña de Manos Unidas de 2025, donde se nos invita a reflexionar que no somos lo que tenemos, sino que somos lo que compartimos y que este año tiene por eslogan “Compartir es nuestra mayor riqueza”
Sin olvidar que como Peregrinos de Esperanza, y dentro las actividades organizadas para el jubileo, y juntos con nuestros hermanos del arciprestazgo de Álora, hemos peregrinado al primer templo, a la Catedral de la Encarnación, para pasar por la Puerta Santa.
Isaías, en la primera lectura, nos presenta una visión de Dios en su trono celestial, rodeado de serafines que proclaman su santidad. Esta experiencia de lo sagrado lleva al profeta a reconocer su propia impureza, pero también a responder con generosidad al llamado de Dios: “Aquí estoy, mándame”El salmo responsorial habla de la fidelidad de Dios y su amor incondicional “Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor”. La segunda lectura, recuerda el fundamento de la fe cristiana: la muerte y resurrección de Cristo “fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras”. El evangelio narra la pesca milagrosa y la reacción de asombro y humildad de Pedro ante la manifestación del poder de Jesús “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”
La visión de Isaías en la primera lectura destaca la trascendencia y santidad de Dios, que se manifiesta en su trono celestial. Al mismo tiempo, esta experiencia revela la limitación y la necesidad de purificación del ser humano, como se evidencia en la confesión de Isaías: “¡Ay de mí, que estoy perdido! Pues soy un hombre de labios impuros” Sin embargo, esta conciencia de la propia debilidad no impide la vocación, sino que la precede.
La Palabra no solo revela la voluntad de Dios, sino que también capacita a quienes responden a la llamada. Como Isaías, cada cristiano está llamado a reconocer la presencia de Dios y a responder a su llamada en la vida diaria. La respuesta a la vocación no se limita a los consagrados, sino que abarca a todo bautizado, llamado a dar testimonio del amor de Dios con su vida.
La vida cristiana implica un camino de discernimiento, donde se busca reconocer la voluntad de Dios en la vida diaria. Como Isaías, es necesario escuchar la voz de Dios que nos invita a una misión específica.
La respuesta a la llamada divina lleva a una transformación personal, tanto en el plano individual como comunitario. Al reconocer nuestros pecados e imperfecciones, estamos llamados a permitir que el amor y la misericordia de Dios nos moldeen.
La segunda lectura subraya que la fe cristiana se basa en la realidad histórica de la muerte y resurrección de Jesucristo. Esta realidad pascual es el fundamento de la esperanza y la certeza de la salvación. Además, este misterio nos impulsa a una vida de testimonio y servicio. La fe en el misterio pascual nos da una esperanza que trasciende las dificultades de la vida cotidiana. Nos impulsa a vivir con un sentido de propósito y a comprometernos con la construcción de un mundo más justo y solidario, sabiendo que la salvación es un don de Dios.
La reacción de Pedro ante la pesca milagrosa es un ejemplo de cómo la experiencia de lo sagrado puede generar humildad. La conciencia de la propia debilidad no es un obstáculo para el seguimiento de Cristo “Rema mar adentro”, sino que nos impulsa a confiar en la gracia divina que transforma nuestras vidas. “«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes»”
La celebración eucarística es un espacio donde la comunidad se encuentra con la Palabra de Dios y con el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta celebración fortalece la fe y anima a vivir el evangelio en la vida cotidiana. Es en la comunidad donde se renueva la llamada a la misión “desde ahora serás pescador de hombres”
La Palabra de Dios nos revela el camino de la transformación y el compromiso con los demás. La Eucaristía, celebrada en comunidad, es el lugar donde fortalecemos nuestra fe y renovamos nuestro compromiso con el Evangelio. Que la experiencia de este domingo nos impulse a vivir cada día con la confianza de que Dios está siempre presente en nuestras vidas.
El Domingo de la Presentación del Señor es una celebración que nos invita a reflexionar sobre la manifestación de Jesús como luz y salvación, no solo para Israel, sino para toda la humanidad. Es un día en que conmemoramos la entrada de Jesús en el templo, cumpliendo la Ley, pero también es el día de la Vida Consagrada, uniendo la ofrenda de Jesús con la entrega de aquellos que siguen su llamada. En nuestro municipio celebramos esta fiesta de la Candelaria, previamente se presenta y bendice a los niños nacidos en el último año, según nuestra tradición también bendice el pan, de ahí las rocas de pan que porta la Virgen de la Candelaria por las calles de nuestro pueblo.
Las lecturas de este domingo tienen en común la idea de la manifestación de Jesús como luz y salvación, lo cual se cumple, en las profecías de Malaquías y en el salmo, en la persona de Jesús, que es el Sumo Sacerdote, de la carta a los Hebreos, que entra en el templo, y que en el Evangelio de Lucas es la Luz para iluminar a todas las naciones. En este día, se celebra tanto la entrada de Jesús en el templo como su reconocimiento como el Mesías y la luz para la humanidad, invitándonos a abrir nuestros corazones para recibirlo
La Primera Lectura, del profeta Malaquías, nos habla de un mensajero que prepara el camino del Señor, un anuncio de purificación y juicio. Este mensajero, prefiguración de Juan el Bautista, nos recuerda que la venida de Dios no es un evento que debemos tomar a la ligera, sino que requiere una preparación interior, un corazón dispuesto a recibir su gracia y su justicia. Es una llamada a la conversión, a enderezar nuestros caminos para que el Señor pueda entrar en nuestras vidas. No es suficiente con prácticas religiosas externas; Dios busca un corazón sincero y abierto a su gracia.
El salmo, que recitamos hoy, nos presenta una procesión hacia el templo, invitándonos a abrir las puertas de nuestro corazón para recibir al Rey de la gloria. La pregunta “¿Quién es ese Rey de la gloria?” se responde con la afirmación de que es el Señor, y nos invita a prepararnos para recibirlo. Esta preparación y reconocimiento del Señor son la base de nuestra esperanza, una esperanza que no se limita a lo terrenal, sino que anhela la vida eterna y la comunión con Dios.
La carta a los Hebreos nos habla de la caridad de Dios, manifestada en el sacrificio de Jesús, que nos impulsa a vivir una vida de amor y servicio hacia los demás, presenta a Jesús como un hermano solidario, que comparte nuestra humanidad para poder salvarnos. Su autor destaca cómo Jesús, al hacerse carne, participó de nuestra fragilidad y sufrimiento, haciéndose así capaz de comprendernos y ayudarnos en nuestras debilidades. Esta lectura nos revela que la salvación no es algo distante e inalcanzable, sino que Dios, en su Hijo, se ha acercado a nosotros y se ha identificado con nuestra condición humana
El Evangelio nos narra el momento culminante de este encuentro, la presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén. Este evento no es solo un cumplimiento de la ley judía, sino una manifestación del cumplimiento de las promesas de Dios. Es en este contexto donde encontramos a Simeón y Ana, dos figuras emblemáticas de la espera y la fidelidad. Simeón, movido por el Espíritu, reconoce en el niño Jesús la luz que iluminará a las naciones y la gloria de Israel, mientras que Ana, profetisa anciana, reconoce a Jesús como el liberador de Israel y proclama su identidad a todos los que aguardaban la redención. El encuentro de Simeón con Jesús es un encuentro de la antigua alianza con la nueva, un encuentro de la promesa con su cumplimiento. Su cántico, el Nunc Dimitís, es una hermosa expresión de la paz que trae la llegada del Mesías. Este encuentro en el templo, y el reconocimiento del niño Jesús por Simeón y Ana, refuerza nuestra fe, afirmando que Jesús es la culminación de las promesas de Dios. También nos invita a ser testigos de la Buena Noticia, anunciando la salvación a todos
Esta fiesta nos revela varios aspectos fundamentales: Dios se hace hombre en Jesús, compartiendo nuestra humanidad para elevarnos a la divinidad. La presentación de Jesús en el templo es un acto de profunda humildad y obediencia. Simeón proclama que Jesús es la “luz para iluminar a las naciones”. Esta luz disipa las tinieblas y la ignorancia, guiándonos hacia la verdad y la salvación. La carta a los Hebreos nos revela que Dios no es un ser lejano y distante, sino que se ha hecho uno de nosotros en Jesús, para así podernos comprender, salvarnos y ayudarnos en nuestras debilidades. La historia de Simeón y Ana refleja la fidelidad de Dios a sus promesas. Ambos esperan pacientemente y son recompensados con el encuentro con el Mesías.
La Presentación del Señor nos llama a la Esperanza, como Simeón y Ana, cultivemos una actitud de esperanza, aguardando con paciencia la manifestación de Dios en nuestras vidas. Así como María y José entregaron a Jesús en el templo, nosotros también debemos poner nuestras vidas en manos de Dios, confiando en su providencia y su amor. Al igual que Ana, estamos llamados a proclamar la buena noticia de la salvación a todos los que nos rodean, compartiendo la luz de Cristo con el mundo. Como Jesús, llamado por el autor de Hebreos “sumo sacerdote compasivo”, también nosotros debemos ser compasivos, misericordiosos y solidarios con los demás.
Esta fiesta también nos interpela sobre nuestra relación con Dios: ¿Estamos preparados para recibir a Cristo en nuestras vidas? ¿Hemos enderezado nuestros caminos y purificado nuestros corazones para acoger su gracia? ¿Confiamos en la guía del buen Pastor? ¿Permitimos que Dios ilumine nuestras decisiones y oriente nuestros pasos? ¿Damos testimonio de la luz que hemos recibido? ¿Compartimos con alegría y valentía la buena noticia del Evangelio en nuestro entorno? ¿Somos misericordiosos y solidarios con los que nos rodean, a ejemplo de Jesús?
Que la celebración de este día nos impulse a vivir con mayor fe, esperanza, amor y compasión. Que el encuentro con el Señor nos transforme, nos ilumine y nos impulse a ser testigos de su presencia en el mundo. Que al igual que Simeón y Ana, podamos reconocer a Jesús en nuestra vida cotidiana, dejándonos guiar por el Espíritu, para que nuestras vidas sean un reflejo de la luz del Señor.
Las ofrendas de las roscas , serán el sábado 1 de febrero desde las 5 hasta las 7:15 de la tarde.
El domingo 2 de febrero a las 5 de la tarde tendrá lugar la bendición de las roscas que portará la Virgen de la Candelaria en la procesión y, seguidamente, todos los niños recientemente bautizados y cuyos padres lo deseen serán presentados y bendecidos.
Recordaremos así el momento en el que Jesús, siguiendo la tradición judía, fue presentado en el Templo donde Simeón lo proclamó «luz para todas las naciones», de ahí la costumbre de encender candelas conmemorativas de este momento.