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Solemnidad del Bautismo del Señor

12/01/2025

La Solemnidad del Bautismo del Señor tiene la particularidad de servir de nexo entre los tiempos litúrgicos de la Navidad, que concluimos y cerramos hoy, y el inicio del tiempo ordinario. Si en los días anteriores resaltábamos la humanidad del Hijo de Dios, hoy resaltamos la divinidad del Hijo de Dios, vemos como en Jesús se manifiesta la Gloria de Dios y su Gracia. Esta celebración marca el final del tiempo de Navidad nos invita a reflexionar sobre el inicio de la vida pública de Jesús y la importancia de nuestro propio bautismo.

La primera lectura de hoy, tomada del libro de Isaías, nos presenta al Siervo de Yahvé, figura que prefigura a Jesús “Mirad a mi Siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco”. El es el Siervo elegido de Dios, lleno de su Espíritu, que trae la justicia a las naciones. No gritará ni clamará, sino que con mansedumbre y fidelidad llevará a cabo su misión. Jesús, en su bautismo, se revela como el Siervo anunciado por el profeta. Él es quien trae la luz a los que viven en tinieblas y libera a los cautivos.

El salmo responsorial nos invita a reconocer la grandeza y la gloria de Dios. “aclamad la gloria del nombre del Señor”. En el bautismo de Jesús, el Padre manifiesta su gloria y proclama a Jesús como su Hijo amado. Nosotros, los bautizados, también estamos llamados a dar gloria a Dios con nuestras vidas.

La segunda lectura, sacada del libro Hechos de los Apóstoles, nos relata la predicación de Pedro, quien anuncia que Dios ungió a Jesús con el Espíritu Santo y con poder. Jesús recorrió toda la región de Galilea haciendo el bien y liberando a los oprimidos “Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Su bautismo fue el inicio de su misión mesiánica.

El Evangelio de hoy nos describe el bautismo de Jesús en el río Jordán. Jesús se sumerge en las aguas del bautismo para identificarse con nosotros y mostrarnos el camino de la salvación. Este gesto de humildad prefigura su entrega total en la cruz, donde nos liberará del pecado con su muerte y resurrección. Al salir del agua, se abren los cielos y el Espíritu Santo desciende sobre Jesús en forma de paloma. Se escucha la voz del Padre: “Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco”. Es una manifestación de la Trinidad, que nos revela el amor de Dios por su Hijo y por toda la humanidad.

La epifanía o manifestación no es solo la que ocurre el día en que celebramos los Reyes Magos. En Navidad no hubo una epifanía sino varias: la adoración de los pastores, María y José en actitud contemplativa ante Dios hecho hombre, podemos decir que toda la vida de Nuestro Señor es Epifanía, Cuando Jesús fue bautizado hubo una gran manifestación, una nueva Epifanía, se oyó la voz del padre, se vio al Espíritu Santo, en forma de paloma, descender sobre el Hijo de Dios encarnado. Es una manifestación explicita de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es la primera vez que aparecen las tres personas divinas juntas. El Padre muestra al Hijo, lo consagra y lo unge con el Espíritu Santo, es importante el hecho de que Jesús, sin ser pecador, espera su turno para ser bautizado junto a los pecadores, haciéndose solidario con los pecadores, con un significado de gran calado, Dios se hace hombre, toma condición humana, se solidariza con el hombre.

Ese Espíritu que desciende va a volver toda la vida de Jesús en Epifanía, en una manifestación constante y continua; todos sus milagros, sanaciones, exorcismos, todo Él es Epifanía. Por eso esta Solemnidad del Bautismo de Jesús conecta con la Navidad. Por un lado, nos lanza y nos deja preparados para que cada domingo, cada día, sepamos encontrar la manifestación de Nuestro Señor y por otro para encontrar en el Él a Dios hecho hombre.

La celebración del Bautismo del Señor nos llama a renovar nuestro compromiso bautismal. Al igual que Jesús, estamos llamados a vivir como hijos de la luz, guiados por el Espíritu Santo y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios con nuestras palabras y acciones.

Que la gracia de nuestro bautismo nos fortalezca en la fe y nos impulse a ser testigos del amor de Dios en el mundo.

Feliz domingo día del Señor y feliz semana.

Solemnidad de la Epifanía del Señor

06/01/2025

Celebramos hoy la Epifanía, la luz de Cristo se manifiesta a todos los pueblos. Los magos de oriente, guiados por una estrella, llegan ante el Niño Jesús, reconociéndolo como el Mesías, el Salvador universal. Epifanía quiere decir manifestación, todo el tiempo de Navidad es una manifestación.

En Navidad celebramos la presencia visible de Dios encarnado en medio de nosotros, y en la Epifanía celebramos como se ha manifestado Dios que se ha encarnado. En Navidad celebramos el hecho que ocurrió en la humildad de la noche y que tuvo a unos pocos pastores por testigos. En Epifanía celebramos que ese hecho se ha manifestado para todos nosotros, y para toda la humanidad representada en los magos.

Ayer, el prólogo del Evangelio de Juan, nos presenta a Jesús como la Palabra eterna de Dios que se hace carne y acampa entre nosotros. Esta Palabra, fuente de luz y de vida, llega a un mundo que no la reconoce, pero a quienes la reciben, les da el poder de ser hijos de Dios. La Epifanía es la manifestación de esta luz al mundo, la revelación de Dios a todas las naciones.

La experiencia de los magos nos invita a reflexionar sobre nuestra propia búsqueda de Dios. ¿Qué estrellas guían nuestro camino? ¿Estamos dispuestos a dejarnos sorprender por la novedad de Dios? Los sabios de oriente que estaban en camino, en búsqueda, fueron guiados por la estrella, “Y la estrella que habían visto en oriente los guio hasta que llegó y se paró encima de donde estaba el niño”; una estrella que brilla para todos como nos dice el profeta Isaías “Caminaran los pueblos a tu luz, …”, pero ignorada e indiferente para muchos, todos la pueden ver, pero no todos la siguen. El profeta Isaías nos anuncia que la gloria del Señor se ha manifestado a todas las naciones. La luz de Cristo brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la pueden apagar. La Epifanía nos recuerda que la salvación de Dios no tiene fronteras, que su amor se extiende a todos los confines de la tierra.

Al igual que los magos, nosotros también estamos llamados a reconocer a Jesús como el Mesías, el Salvador que ha venido para todos. Este reconocimiento debe traducirse en una vida transformada, en un compromiso con la justicia y la fraternidad.

La Iglesia, como nuevo pueblo de Dios, está llamada a ser portadora de esta luz al mundo. Nuestra misión es anunciar la Buena Nueva, ser testigos del amor y la misericordia de Dios. La Epifanía nos impulsa a salir al encuentro de los demás, a ser fermento de esperanza y de fraternidad en medio del mundo.

Juan, en su primera carta, nos habla de la alegría que brota de la comunión con Dios. La fe en Cristo nos hace partícipes de la vida divina, nos convierte en hijos de Dios. La Epifanía es una invitación a vivir en la alegría de esta filiación divina. La alegría cristiana no es una alegría superficial, sino que brota de la experiencia del amor de Dios. Es una alegría que nos sostiene en las pruebas y dificultades de la vida. La alegría de ser hijos de Dios nos impulsa a compartir este don con los demás. Debemos ser mensajeros de esperanza y de paz, constructores de un mundo más justo y fraterno.

La Epifanía del Señor es una fiesta de luz y de esperanza. Es la celebración de la manifestación de Dios a todas las naciones. Que esta fiesta nos renueve en la fe, nos fortalezca en la esperanza y nos impulse a vivir en la caridad. Dejémonos guiar por la estrella de la fe, y vayamos al encuentro del Señor, llevando su luz al mundo.

La Epifanía nos recuerda que Dios se manifiesta en lo cotidiano de la vida, es una invitación a la conversión, a dejar que la luz de Cristo ilumine nuestra vida, a estar siempre en el camino de la búsqueda, decía San Juan Crisóstomo: “Los magos no se pusieron en camino de búsqueda por que vieron una estrella, sino que vieron la estrella porque estaban en camino de búsqueda” La oración personal y comunitaria nos ayuda a profundizar en el misterio de la Epifanía.

Que la celebración de la Epifanía del Señor nos ayude a ser verdaderos hijos de la luz, a vivir en la alegría del Evangelio y a ser testigos de Cristo en el mundo. Amén.

Felices Reyes.

Segundo Domingo de Navidad

05/01/2025

Que el Hijo de Dios haya nacido en carne humana es un misterio de tal calado que sobrepasa las posibilidades de nuestras mentes.  La repetición de algunas lecturas durante el Tiempo de Navidad tiene como fin el empaparnos a fondo del mensaje principal de este misterio, Dios se ha hecho hombre, ha asumido nuestra condición, el Hijo de Dios se hizo hombre, para que nosotros seamos hijos de Dios. La alegría de la Navidad se prolonga en este Segundo Domingo en el que continuamos contemplando el misterio de la encarnación. Dios con nosotros, Enmanuel, vuelve a ocupar el centro de la celebración, las lecturas de hoy nos invitan a profundizar en este misterio y a de descubrir su significado las implicaciones y consecuencias que esto tiene para nuestras vidas.

La primera lectura, del Eclesiástico, Dios se presenta y se identifica con Sabiduría, que se revela en Jesucristo que quiere morar entre los hombres, “Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel”. El salmo nos recuerda que Dios se ha dado a conocer a su pueblo a través de su Palabra “Él envía su mensaje a la tierra”, en la antífona cantamos precisamente el misterio de Dios encarnado. En la segunda lectura, somos bendecidos en “Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos”, pues el Él asumió la condición humana. El Evangelio revela este misterio central de nuestra fe “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”

“En el principio ya existía el Verbo”, Juan abre su evangelio con un himno solemne que nos presenta a Jesús como Verbo de Dios encarnado, esta imagen del Verbo va más allá de la simple palabra hablada, pues esta Palabra abarca la razón, el sentido, el plan de Dios.

El himno nos traslada y nos lleva al comienzo del libro del Genesis: “En el principio…”, es el primer texto que leemos de la Biblia, el primer capítulo del Génesis es una presentación de la historia, es un prólogo a todo lo que llega después, nos introduce en lo que se nos va a narrar en toda la Sagrada Escritura, la historia de una relación de amor entre Dios y el ser humano. También nos conecta con el epílogo, al final de las Escrituras, en las últimas páginas del Apocalipsis nos recuerda a la Noche Santa de Pascua, cuando encendemos y bendecimos el cirio, signo de Cristo glorificado y resucitado “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin”

El comienzo del evangelio de Juan revela la divinidad de Jesús y su preexistencia, habla de la íntima unión entre el Padre y el Hijo, y de la Encarnación como culmen del amor de Dios por la humanidad, el discípulo amado, nos presenta a Jesucristo, el Verbo eterno de Dios, en tres momentos o etapas:

  1. El Verbo preexistente: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1, 1). Desde la eternidad, el Verbo participaba de la misma esencia divina. El Prólogo nos habla de Jesús que se identifica con la Sabiduría de la Escritura y con el Logos griego, es el Verbo, la Sabiduría preexistente que busca su morada en medio del pueblo de Dios.  
  2. El Verbo revelado: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió” (Jn 1, 4-5). El Verbo, fuente de vida y luz, vino al mundo para iluminar a todos los hombres, pero la oscuridad no pudo comprenderlo. Juan Bautista, figura clave del Antiguo Testamento, es presentado como testigo de esta luz, él no es la luz sino el que da testimonio de ella, él es la síntesis de la revelación al pueblo de Israel, del que nosotros somos herederos, pues primero habló por medios de nuestros padres, los patriarcas (Abrahán, Isaac, Jacob) “Anuncia su Palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel”, Moisés, David, los profetas, y llegada la plenitud de los tiempos lo hace por medio del Hijo.
  3. El Verbo Encarnado: “Y la Verbo se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14). La Sabiduría se encarna en Jesús, la Palabra hecha carne, por Él somos bendecidos, bienaventurados, llamados a ser hijos de Dios, y coherederos con el Hijo. La Encarnación nos interpela a acoger a Jesús en nuestra vida, a seguir sus pasos y a dejarnos transformar por su gracia. La Palabra de Dios no es solo un concepto abstracto, sino una persona viva que nos invita a una relación personal con Él.

Estamos invitados a contemplar el misterio de la Palabra que se hizo carne y a dejarnos iluminar por su luz. En Jesús, Dios se hace visible, cercano, accesible. Él nos revela el rostro del Padre y nos abre el camino hacia la vida, nos llama a buscar la Sabiduría de Dios en la oración, en la meditación de la Palabra y en la escucha atenta de la voz del Espíritu Santo. Solo en Dios podemos encontrar la verdadera sabiduría que nos guía por el camino de la vida.

La Iglesia, comunidad de creyentes, somos la morada de la Sabiduría de Dios, de la Palabra, del Verbo, estamos llamados a ser portadores de esta Sabiduría y anunciarla al mundo con nuestras vidas, palabras y obras

Hermanos, el misterio de la Navidad nos desborda, pero al mismo tiempo nos llena de esperanza y de alegría. En Jesús, la Palabra hecha carne, Dios se ha acercado a nosotros de una manera inimaginable. Él nos ha revelado su amor, su misericordia. Dejémonos iluminar por su luz, acojamos su Sabiduría y como Peregrinos de Esperanza sigámosle con generosidad por el camino del Evangelio. Que esta Navidad siga siendo un tiempo de gracia, de renovación y de encuentro con el Dios que nos ama.

Acojamos en nuestros corazones al Verbo hecho carne, a modelo de María que guardaba todas las cosas en su corazón.

Nuevamente Feliz Navidad.

Solemnidad Madre de Dios

01/01/2025

Feliz año nuevo “ El Señor te bendiga y te proteja, ilumine tu rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz» el Señor con su misericordia, en este año que acabamos de comenzar, nos bendiga a todos, a nuestras familias y a todos los que amamos.

Las lecturas de hoy comienzan hablando de bendiciones, de cómo bendecir y de cómo tenemos que bendecirnos unos a otros: Dios nos bendice y nos llama a bendecir, queremos que este año que comienza sea bendecido por el Señor.  Dejamos atrás un año de Dana, de guerras, …, pero a pesar de todo comenzamos el año, esperanzados, en presencia de Dios y acompañados de la mano de María, Madre de Nuestro Señor.

Hoy concluimos la octava de Navidad, ocho días llenos de celebraciones, pues hemos dedicado toda una octava, ochos días, una semana completa, a la Natividad de Nuestro Señor. En ella hemos reflexionado, orado, meditado y contemplado a ese misterio que lo alcanzamos a celebrar en un solo día. La liturgia actualmente tiene dos octavas: la de Pascua, que va desde el domingo de Resurrección al domingo de la Misericordia, y la octava de Navidad, que va desde el día de Navidad hasta el día primero de año, día de la solemnidad de Madre de Dios.

Comenzábamos la octava de Navidad celebrando a Jesús, hijo de María, y la terminamos celebrando a María Madre de Jesús. En esta octava reflexionamos el misterio de la irrupción de Dios (Jn 1,14), de la mano de María, en nuestra misma humanidad, en nuestra historia. Es la fiesta mariana más importante del año, todo lo que se pueda decir de María depende de un hecho, que no es otro que la vocación y llamada a ser Madre del Mesías, Madre de Nuestro Señor. Madre de Dios argumenta los demás dogmas marianos.

Madre de Dios es una expresión que puede suponer establecer un origen humano al mismo Dios. En realidad, la expresión Madre de Dios no es una expresión mariana, sino cristológica, pues lo que quiere expresar es que, en Dios, en la persona de Cristo, se une divinidad y humanidad.

No se trata simplemente de un hecho biológico, “Nacido de mujer, sometido a la ley”, ser madre no es solo alojar en el útero al bebe durante aproximadamente cuarenta semanas, sino que es dar vida en sentido pleno, es interesarse y desvivirse por su crecimiento y desarrollo. Con este mismo realismo tenemos que ver a María frente a Jesús y desposada con un hombre justo, José, que es el que mejor podemos observar que ser padre/madre no se resume al hecho biológico. Sin ser padre biológico, José participó en la formación, crecimiento y educación de Jesús.

El evangelio de hoy nos resalta que, a los pastores, a los más sencillos, a los más humildes, son los primeros a los que el ángel les anuncia la Gran Noticia y ellos van a toda prisa a contemplar lo que el ángel les había anunciado, y son ellos a su vez anunciadores que causan admiración dando testimonio de lo que han visto y han contemplado. Del mismo modo nos tenemos que acercar al Niño, con sencillez y humildad, con oración como hacía María, como nos dice el evangelio que mientras esto sucedía “María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” Porque el evangelio no solo debe escucharse, debe guardarse, para que se haga vida de nuestra vida. Hay aquí dos actitudes que deberíamos imitar: ser mensajeros, como los pastores; y como María, guardar en el corazón la Palabra de Dios que se nos anuncia.

Un hecho importante, es el hecho de poner el nombre Jesús al Niño, que significa Dios salva. Es lo que el ángel dijo a María en el momento de la Anunciación y en sueños a José. Es importantísimo el hecho de poner nombre, tarea, que, en el mundo judío, recae en el padre, es el padre quien pone nombre, y es José quien pone nombre a Jesús.

Hoy en un día en el que también, además de abrir la Puerta Santa de la Basílica de Santa María la Mayor, celebramos La LVIII Jornada Mundial de la Paz, cuyo mensaje no podemos ignorar, pues debemos trabajar encarecidamente por la paz, que se encuentra amenazada o carecen de ella en muchos lugares del mundo, el lema para este año jubilar dedicado a la esperanza es “Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz” Francisco nos deja esta oración para este día:

Perdona nuestras ofensas, Señor como nosotros perdonamos a los que nos ofenden y en este círculo de perdón concédenos tu paz, esa paz que sólo Tú puedes da a quien se deja desarmar el corazón, a quien con esperanza quiere remitir las deudas de los propios hermanos, a quien sin temor confiesa de ser tu deudor, a quien no permanece sordo al grito de los más pobres.

Feliz Año Nuevo y que María nos acompañe siempre.