XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 08/08/2021

Decimonoveno domingo del tiempo ordinario, continuamos con el capítulo sexto del evangelio de s. Juan, el pan de vida.  El domingo pasado, Jesús ofrecía un pan infinitamente superior al del milagro de la multiplicación, es Él mismo, pan bajado del cielo. En las lecturas encontramos tres tipos de pan: el que alimenta por un día, el maná; el que da fortaleza para aguantar cuarenta días, el recibido por Elías; y el pan que da la vida eterna, Jesús mismo.

El profeta Elías, con la fuerza del alimento que le proporcionó el ángel del Señor, pan y agua, caminó hasta el monte de Dios “Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo”. Se nos anuncia, en la primera lectura, la eucaristía, Eucaristía prefigurada, como alimento para el camino de la vida.

El salmo, una alabanza al Señor por su protección y salvación “Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias” y la antífona proclama “Gustad y ved qué bueno es el Señor”. En la carta a los Efesios, s. Pablo, nos dice que hemos sido marcados por el Espíritu Santo para distinguirnos en el día de la liberación final “Él os ha sellado para el día de la liberación final”, Eucaristía vivida. En el Evangelio Jesús se manifiesta como el pan bajado del cielo, “Yo soy el pan de la vida” Eucaristía prometida: no es solo ya la fe en él lo que nos da la vida eterna, sino el participar en su sacrificio, comulgando, la Eucaristía celebrada, lo que nos salva. Desde ahí tenemos que vivir en el amor, que fue lo que llevó a Cristo a entregarse por nosotros.

El contexto de la primera lectura, es un contexto de crisis religiosa en el reino del Norte, Israel, el rey Ajab se casó con una princesa fenicia, Jezabel, devota del dios cananeo Baal. El influjo de la reina y permisividad del rey provocó que Dios dejara de tener valor para pueblo, a lo que se opuso el profeta Elías, lo que provoca su intervención y su consecuente persecución y huida hacía el monte Horeb, al monte Sinaí. En su huida y largo viaje, Elías desesperado desea la muerte ¡Ya es demasiado Señor! ¿Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres! La intervención de un ángel del Señor, le proporciona alimento que le proporciona fuerzas para caminar durante cuarenta días y sus noches, hasta el monte donde Dios se reveló a Moisés. El salmo es toda una alabanza a la intervención de Dios “El afligido invocó al Señor, Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias” Es una imagen muy viva de que nuestro caminar por la vida, los cuarenta días imagen de nuestro caminar por la vida, camino largo y lleno de suplicas a Dios, y para caminar por la vida nos alimentamos con la eucaristía.

En la segunda lectura, s. Pablo, aplica la imagen de la sangre del cordero en los dinteles en la noche de Pascua del pueblo de Israel, al Espíritu Santo, que nos ha marcado con su sello para señalarnos y diferenciarnos en el día de la liberación final.Añade una serie de consejos para vivir aquí en la tierra, la vida eterna del cielo.

“Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad” es la Eucaristía vivida “Vivid en el amor como Cristo” que nos lleva a ser hombres nuevos.

El evangelio comienza contando la objeción de los judios ante la afirmación “Yo soy el pan bajado del cielo” ¿Cómo puede haber bajado del cielo al que conocen desde niño, conocen a su padre y a su madre? Esta misma pregunta la podemos extrapolar a hoy ¿cuántos de nuestros conocidos, vecinos, amigos, familiares …, lo conocen celebran su nacimiento, conocen a su padre y a su madre, festejan su pasión y cruz, y ahí quedan?  No lo aceptan. Los judios no aceptan que ha bajado del cielo porque no creen en Él.

Y si no creen en Él es porque el Padre no los ha llevado hasta Él “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el padre que me ha enviado” recordándonos que no somos nosotros los que le elegimos, sino que es él quien nos elige a nosotros.

Dios instruye a todos, pero no todos quieren aprender “Serán todos discípulos de Dios”. “Todo el que escucha al Padre y aprende viene a mí” Solo el que acepta su enseñanza viene a Jesús, lo acepta, y cree que ha bajado del cielo, que da la vida, y vida eterna, a diferencia del maná, que solo calma el hambre física “Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo” Eucaristía celebrada, vivida y venerada. Nadie puede echarle la culpa a Dios de no creer en Jesús.

          Ayúdame, Señor, a vivir la eucaristía en el servicio y entrega al otro, el amor desinteresado es el único pan que nutre y da sentido a la vida.

Feliz domingo y feliz semana.

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