
Este sexto domingo del tiempo ordinario, celebramos en nuestra parroquia la oración por los enfermos, cuya jornada fue pasado viernes 11 que coincide con el día del ayuno voluntario.
Las lecturas de este domingo son muy propias para la jornada nacional de Manos Unidas, la cual, no obstante, celebraremos Dios mediante, en nuestra parroquia, el próximo domingo, así mismo el día del ayuno voluntario ha sido trasladado al próximo viernes 18 de febrero, cena a la que estamos todos invitados.
El profeta Jeremías en la primera lectura nos invita a preguntarnos: ¿En quién tenemos nuestra confianza? ¿En nosotros mismos, en nuestra fuerza, en el dinero y los bienes materiales? “Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza”. Y así lo cantamos en lo cantamos en la antífona del salmo “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”. Una confianza, que como bien nos dice s. Pablo en la segunda lectura, está puesta en la resurrección de Nuestro Señor, de Cristo “si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido” Ser cristiano supone confiar en Dios por encima de todo, viviendo la pobreza evangélica.

El evangelio, nos viene a decir que, en la práctica, esto se traduce en estar más cerca de los pobres, de los que sufren, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales, sabiendo que a Dios no lo vamos a ganar en generosidad “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. […] ¡Ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo!”.
La primera lectura tomada del profeta Jeremías trata de buscar un punto de apoyo para el hombre ¿Dónde ponemos nuestra confianza, en Dios o en los hombres?
El profeta nos dice que solo en Dios se puede dar ese apoyo, esa seguridad que las fuerzas humanas son incapaces de asegurar. La suerte o la desgracia no provienen de una benevolencia o castigo divino aleatorio, sino que tiene mucho que ver con el ser humano “apartando su corazón del Señor”. ¿Dónde ponemos la confianza? ¿Dónde basamos nuestra fe? Cantamos la primera estrofa del salmo “Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos”
San Pablo en la segunda lectura nos dice que “si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado”, estamos propagando una gran mentira que solo sirve para calmar la ansiedad de la gente. Nuestra fe y confianza no la podemos poner en cosas vanas o fútiles. Tampoco la podemos poner en ideas que avalan al propio pensador o las ideas que este tenga. Nuestra fe se fundamenta en un acontecimiento, que no es un argumento para calmar o ilusionar a corazones tímidos, ni tampoco es un producto del imaginario cristiano. Se trata de un hecho que es histórico porque sucedió realmente en la historia “Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto”, no es un mito, ni una hipótesis.

El evangelio de Lucas nos trae este domingo su versión de las bienaventuranzas, que difieren de las de Mateo tanto en número como en trasfondo. El trasfondo que presenta la plenitud de la Ley que es Cristo:
“se ha dicho…pero yo os digo…” es propio de Mateo, sin embargo, en Lucas el trasfondo es de bendición seguido de maldición, sigue el esquema que hemos leído del profeta Jeremías en la primera lectura. Hay bienaventuranzas, pero también hay serias advertencias, los ayes.
El evangelio no es solo anuncio de buenas nuevas, sino denuncia del pecado. No podemos, ingenuamente, proclamar solo que Dios es bueno; debemos poner nombres y rostros de los ídolos que deforman y pretenden ocultar a Dios: el ídolo del poder absoluto y violento; el ídolo del enriquecimiento fácil e injusto; el ídolo de la manipulación de las personas, de la esclavitud sexual, del trabajo mal pagado y cualquiera de las formas que esta adquiere. Dios es el anti-ídolo, porque los ídolos destruyen y esclavizan al hombre, pero Dios quiere que el hombre viva. El anuncio de Jesús es bendición para los sencillos que se abren al Dios de la Vida y de la justicia “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios”; es maldición “Ay de vosotros…”, advertencia amenazante para los que manipulan, pisan, desprecian a las personas, sean estas de cualquier condición social, religiosa o cultural que sea.
Vivir confiando solo en nosotros y en los demás, sin tener en cuenta a Dios nos aísla y encierra. Vivir confiando en Dios y en los demás nos trae bendición y felicidad. Todo lo hemos recibido por la resurrección de Jesús, y estamos llamados a vivir según el estilo de Jesús, haciendo nuestras las bienaventuranzas, participando de su vida.
Puesto que en el Señor vivimos, nos movemos y existimos, caminemos apoyados y junto al Señor; proclamemos las bienaventuranzas y mostremos a todos el amor de Dios que hemos recibido. Pedimos a Nuestro Señor por la intercesión de María la salud de los enfermos.
Feliz domingo y feliz semana.