29/01/2023
Continuamos avanzando en el tiempo ordinario, hoy IV domingo del Tiempo Ordinario, al que muy bien podemos poner el nombre de domingo de las bienaventuranzas. Comenzamos el primero de los cinco grandes discursos del Evangelio de Mateo, que proclamaremos durante los siguientes domingos, lo comenzamos con la carta magna del cristianismo: las bienaventuranzas.
Las lecturas de hoy coinciden en la humildad, la pobreza y la sencillez, ya la búsqueda del Señor en la vida, aspectos que nos hacen preferidos de Dios. La primera lectura, del profeta Sofonías, pone en valor a una minoría, resto de Israel que quiere vivir con espíritu de pobreza y humildad de corazón “Dejaré en ti un resto, un pueblo humilde y pobre”. En el salmo nos dice que Dios no es un soberano que vive alejado de sus criaturas, todo lo contrario, se involucra con cada persona y de forma especial con los que sufren la injusticia y la opresión: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” cantamos en la antífona. S. Pablo no cae en el desánimo por la escasa relevancia social de su comunidad, la sencillez de las personas es el motivo de orgullo en el Señor. Los descartados del mundo son los encargados de llevar a cabo el proyecto de Dios “Dios ha escogido lo débil del mundo”. En el Evangelio Jesús sube al monte, lugar de encuentro con Dios, para comenzar su enseñanza la cual comienza con las bienaventuranzas “Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.
La primera lectura, del profeta Sofonías, destaca las características del resto de Isael, resto del pueblo que sigue siendo fiel a Dios, los que ponen su confianza en Dios, de los humildes, los pobres, los sin maldad, sin mentiras, sin embustes… Dios muestra su predilección, y el profeta Sofonías los exhorta a que busquen a Dios, la justicia y la humildad. Y son estos, los pequeños y no los poderosos, los que mantienen viva la promesa de Dios y la fe verdadera. El salmo en la misma línea habla de como Dios prefiere y protege a las personas oprimidas, los hambrientos, los cautivos, los ciegos, los peregrinos, los justos, los huérfanos, las viudas “El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, […] endereza a los ya se doblan […] El Señor Reina eternamente”
La segunda lectura, de la primera carta a los Corintios de S. Pablo, nos dice que esa comunidad, como otras muchas, no tienen de qué gloriarse según los criterios humanos, aunque estén insertos en un ambiente que propia esa conducta, están inmersos en la cultura griega, donde abundan los aristócratas, los filósofos, los doctos, los poderosos, y que precisamente en la comunidad cristiana no reunía a esta clase de personas, y no es que sean mejores los cultos que nos culto, los pobres que los acomodados. La humildad que Dios quiere es de corazón, que a veces puede coincidir con la humildad social y otras en una condición social más holgada, y por eso, si de algo pueden gloriarse es de los dones de Dios y no de los méritos propios “el que se gloríe, que se gloríe en el Señor”, pues Dios elige lo necio de este mundo, las personas a las que la sociedad considera despreciables, descartables para llevar a cabo su proyecto “ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor” Por eso Dios los ha reunido Jesucristo que es sabiduría, justicia, santificación y redención, para aquella comunidad de Corinto y para nosotros también cristianos del siglo XXI.
En el Evangelio Jesús sube al monte y comienza a enseñar pronunciando las bienaventuranzas dando una lista de los bienaventurados “Bienaventurados los …”: los pobres, los que sufren, los que lloran, los hambrientos y sedientos de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz y los que son perseguidos a causa de la fidelidad a los valores de Dios y Reino.
La primera de las bienaventuranzas es la que da el tono a las demás, podríamos decir que es la columna vertebral de las misma. Se trata de los pobres de espíritu o en el espíritu, o bien los que eligen ser pobres, no se trata de pobres de condición, o que no tienen espíritu, sino los que interiormente han hecho una opción de no poner las riquezas en su corazón “Bienaventurados los pobres de espíritu”. Los pobres no por necesidad, sino por optar por el Reino de los cielos, pero son ricos según Dios, pues heredaran el Reino. Para Jesús son también bienaventurados los sufridos, los que lloran, los perseguidos a causa de la justicia, los descartados por ser fieles a Dios; también los que tiene hambre y sed de la justicia aquellos que no tiene el hambre del éxito material como primer valor en la vida, sino de la justicia, la fidelidad y el amor a Dios. Los misericordiosos son bienaventurados, tienen el corazón dispuesto a ayudar a los demás. Los limpios de corazón, que tienen un corazón libre de dobles intenciones, un corazón sincero libre de hipocresías. Los que trabajan y construyen la paz, pero no por ser pacíficos, sino porque optan por crear y construir la paz.
Jesús predicó las bienaventuranzas porque el mismo las practicó: pobre, lleno de misericordia, limpio de corazón, obrador de la paz, perseguido por cusa de su fidelidad a Dios.
Que las bienaventuranzas, la carta magna del evangelio, impregne nuestros corazones y sean nuestro criterio de vida.
Feliz domingo, día del Señor y feliz semana.
Video para la IV Semana Tiempo Ordinario