19/03/2023
Cuarto Domingo de Cuaresma, Domingo de Laetare, domingo de la alegría, domingo de la Esperanza cristiana. Hoy es un día de alegría ante la proximidad de las fiestas pascuales. La invitación que nos hace el evangelio de este domingo es una llamada a abrir los ojos del corazón, recibir la luz del Señor y que esta luz se refleje en nosotros e iluminemos a los demás. Si el domingo pasado se nos presentaba a Jesús como fuente de agua viva, en este se revela como luz auténtica que ilumina a la humanidad. Coincide este domingo con la campaña y celebración del Día del Seminario cuyo lema para este año es “Se levantó y se puso en camino”
Una síntesis para las lecturas puede ser esta: La primera lectura, del libro del primer libro de Samuel, nos dice que Dios no se fija en las apariencias, sino que mira el corazón “No te fijes en su apariencia ni en lo elevado de su estatura, porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, más el Señor mira el corazón”. El elegido por Dios no será el más fuerte, el mayor, el de mejor apariencia, sino el hijo más pequeño, David. Y que dios realiza su obra con lo pequeño, lo débil, lo despreciable. El salmo enlaza con el oficio de pastor de David, pero el buen pastor es Dios mismo que cuida a cada una de sus ovejas, cuya plena realización será la persona de Cristo, el Buen Pastor. La carta a los Efesios de Pablo nos llama a vivir como hijos de la luz “Vivid como hijos de la luz”, precisamente porque Cristo es la luz del mundo, y las obras de la luz: bondad, justicia y verdad se diferencias de las obras de los hijos de las tinieblas. Cristo ha iluminado nuestras vidas y por eso somo hijos de la luz. El Evangelio es toda una catequesis desarrollada por el evangelista Juan, que se sirve de la curación de la vista corporal, para introducirnos y construir una catequesis de la luz espiritual, con la que Cristo nos ilumina a nosotros “soy la luz del mundo” y nosotros le reconocemos como el enviado de Dios.
En la primera lectura, del primer libro de Samuel, nos encontramos con la figura del rey David, uno de los personajes más importantes de la historia del pueblo de Israel, junto a Abraham y Moisés. David a pesar de sus pecados fue un rey según el corazón de Dios. En la lectura de hoy, el profeta Samuel, recibe el encargo de buscar sucesor al rey Saúl, a pesar de que este aún vivía. De los hijos de Jesé, los mayores parecían favoritos para ocupar el cargo de rey, pero dios tiene una manera de pensar distinta, no juzga por las apariencias, la esbeltez y la fuerza en este caso pasa a un segundo plano, sino que Dios ve el corazón de la persona, y elige precisamente al hermano menor, al más joven, a David, se fija en lo pequeño, lo despreciable, lo débil para llevar a cabo su obra de salvación. Samuel, lo mismo que antes había ungido al rey Saúl, ahora unge a David. La unción tiene el significado de la fuerza y salud que Dios otorga al elegido para la misión encomendada, una vez ungido “invadió a David el Espíritu del Señor”. El salmo nos recuerda que el verdadero pastor, el autentico es Dios mismo “El Señor es mi pastor, nada me falta, … nada temo porque tú vas conmigo”
La segunda lectura de la carta de San Pablo a los Efesios, nos dice que, por encima de la metáfora de la luz, Pablo hace la descripción de que es un creyente y que consecuencias tiene para su vida la fe en Cristo Jesús, Luz del mundo. El creyente recibe la luminosidad de la fe y la nueva vida de la Luz, que como ya sabemos es Cristo. La fe en Él es sinónimo de resurgir, de alzarse de ponerse en pie “Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz”
En el Evangelio de Juan, vemos una revelación progresiva típica de este evangelista, que culmina en el “Yo soy” de Cristo: Yo soy el pastor, la puerta, el pan de vida, el camino, la verdad, la vida, hoy esta revelación nos conduce a “Yo soy la luz” Se trata de una escena muy similar a la del domingo pasado, en el que Jesús conducía a la samaritana hacia el terreno de la fe, también hoy guía hábilmente al ciego curado hacia otra luz más profunda, la de la fe, a aceptar a Cristo como luz, hijo del hombre, enviado, profeta, Mesías, Señor.
En este camino hacia la Pascua, hoy brilla una luz particular que nos invita a encontrarnos con mayor profundidad con el Señor Jesús. El ciego ha seguido un proceso desde las tinieblas a la luz de la fe en Jesús. Jesús nos muestra que hay dos tipos de ciegos. Al primero le faltaba la luz física de los ojos además de verse sometido al juicio sobre su culpabilidad por sus familiares y los fariseos. Un juicio donde los fariseos son los jueces, sus padres los testigos y el ciego el culpable, pues en aquellos tiempos creían que la ceguera de nacimiento era consecuencia del algún pecado cometido por su familia, pero Jesús nos dice los pecados son de los que los cometen y que la causa de que el joven sea ciego no está en él ni en sus padres, “Ni este pecó ni sus padres, sino para que manifiesten en él las obras de Dios” Los otros son ciegos a los que les falta la vista interior de la fe. Estos son ciegos morales, que ni ven, ni quieren ver, ni quieren que otros vean. Son los que creen que ven y se cierran en sus posturas. A estos Jesús los desenmascara “Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís vemos, vuestro pecado permanece”
Que Nuestro Señor, Luz del Mundo, nos ilumine y que nosotros reflejemos esa luz.
Feliz domingo, día del Señor y feliz semana.