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II Domingo de Adviento

07/12/2025

En este segundo domingo, junto a la primera, encendemos la segunda vela, su luz hace que el camino hacia Belén brille con más fuerza. El Adviento no es solo un preludio, es un tiempo de espera activa, vigilancia confiada y esperanza que nos pone en marcha. En esta semana, la Iglesia nos invita de manera especial a renovar nuestro corazón en la Luz del Hijo.

El Evangelio nos presenta la figura austera de Juan el Bautista, quien, con un mensaje claro y duro, sigue gritando a lo largo de los siglos: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. La conversión es la nota predominante de su predicación. Juan nos llama a un cambio de mente y de vida que se ajuste al Niño Dios.

Preparar ese camino, significa limpiar lo que estorba en nuestra vida: la dureza y el orgullo, el egoísmo y la falta de fe. Debemos quitar las piedras del enfado, la mentira o el egoísmo para que Jesús encuentre nuestro corazón limpio y dispuesto. La conversión es el camino que nos hace mirar más a Dios y vivir identificados con Jesús. Es tiempo de sacar el polvo de nuestro corazón y dejar espacio a Dios hecho hombre, Enmanuel.

El profeta Isaías nos anima con una visión de esperanza. Nos habla de “un renuevo que brotará del tronco de Jesé”, padre del rey David, sobre el cual se posará el Espíritu del Señor. Esta promesa es la garantía de que Dios transforma todo lo que toca. El Mesías traerá la paz y la justicia: “juzgará a los pobres con justicia y sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra”. Isaías sueña con una armonía donde el lobo habitará con el cordero.

Esta visión de un mundo de paz y justicia nos lleva a la acción, San Pablo nos pide en la segunda lectura que, a través de la paciencia y del consuelo de las Escrituras, mantengamos la esperanza, nos exhorta a “tener entre vosotros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús”, acogiéndonos mutuamente, como Cristo nos acogió.

La conversión se manifiesta en las buenas obras y en el compromiso con los demás. Nuestra misión es allanar los senderos torcidos de la injusticia y la desigualdad para que Él se haga presente en nuestro mundo. No nos conformemos con una vida piadosa, ordenada o juiciosa si no buscamos mucho más.

El Adviento es una oportunidad para que lo que era gris se vuelva color, lo que estaba roto se repare. La Virgen María, Maestra de la espera, nos acompaña mientras buscamos la humildad. Que la venida de Jesús sea para nosotros un reencuentro con el Amor que le da a nuestra vida pleno sentido. Que todos vean en nuestra vida que la fe, la caridad y la esperanza son claves para una vida llena de sentido.

Feliz domingo, día del Señor, feliz semana.

I Domingo de Adviento

30/11/2025

Hoy iniciamos un nuevo año litúrgico, un camino que se abre ante nosotros como un sendero de esperanza. Este tiempo se llama Adviento y marca el inicio de la preparación para la Navidad. El Adviento no es solo un preludio, sino una experiencia profunda de la fe, una espera activa y vigilancia confiada de la venida de Jesús, es tiempo de esfuerzo, pero también tiempo de oración.

La liturgia, en este tiempo, usa el color morado, que nos recuerda que este es un tiempo de esfuerzo, se nos invita a prepararnos por dentro. Así como nos acicalamos y nos arreglamos por fuera, nos prepararnos interiormente, limpiando el corazón, para que Jesús tenga un lugar en el pesebre de nuestros corazones.

Las lecturas de este primer domingo nos introducen en la primera parte del Adviento, centrada en la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos. El Evangelio de Mateo es claro y directo: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor” Jesús utiliza imágenes, como el diluvio o el ladrón en la noche, para que caigamos en la cuenta de que Su venida será inesperada, imprevisible y sorprendente.

Pero, ¿qué significa estar en vela y vigilantes? San Pablo, en la segunda lectura, nos dice que “ya es hora de despertaros del sueño” y “dejemos, pues, las obras de las tinieblas”. La vigilancia se traduce en la conversión, que es un cambio de mente y de vida. Se trata de revestirnos del Señor Jesucristo y ponernos las armas de la luz.

Nuestra fe debe ser visible en el mundo. El profeta Isaías nos da una visión del mundo transformado, donde todas las naciones caminan hacia la luz del Señor. En ese mundo nuevo, donde “de las espadas se forjarán arados, y de las lanzas, podaderas”. Esto es una invitación urgente a desarmar los corazones y a construir la paz en nuestro entorno.

 Caminemos, pues, como peregrinos de esperanza. Dios viene a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento, y el mejor testimonio de nuestra fe es que vivamos en fe, esperanza y caridad.

Que la Virgen María, modelo de espera vigilante y alegre, nos ayude a prepararnos para acoger a Cristo, la Luz del mundo “Ven, Señor Jesús.”.

Feliz domingo, día del Señor e inicio del tiempo de adviento, feliz semana.

Solemnidad de Cristo Rey  

23/11/2025

Concluimos el año litúrgico con la Solemnidad de Cristo Rey. El próximo domingo, con el Adviento, iniciaremos un nuevo ciclo. Esta fiesta es muy significativa, nos hace poner nuestra mirada en Jesús como Cristo Rey, pero con la vista puesta en el Reino que acontece en nuestra historia, que se está gestando y madurando continuamente hasta el final de los tiempos.

En la primera lectura, tomada del segundo libro de Samuel, trata sobre la unción del rey David, que es elegido y aceptado como rey y pastor de Israel “Hueso tuyo y carne tuya somos David reúne y conduce a su pueblo., encarnada de esta manera la figura de Cristo, que en la cruz reúne a toda la humanidad y la guía a la salvación “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”.  Su reino no se funda en la fuerza sino en la debilidad, reconciliando la tierra con el cielo, reconciliando a Dios con los hombres, “nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor” Como en la antífona también cantamos nosotros, como Iglesia, pueblo de Dios, Vamos alegres a la casa del Señor”

La primera lectura, nos habla de la unción de David, la historia de Israel cuenta con pocos reyes que se puedan considerar figuras del que iba a ser Rey del Universo en los planes de Dios, por eso precisamente se lee este texto del nombramiento de David como rey. Los representantes de las tribus de Israel, tanto del Norte como del Sur, Judá, le habían reconocido como sucesor de Saúl, le rinden pleitesía y lo ungen como rey apoyándose en la voluntad de Dios “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel” Jesús es hijo de David, el hijo que el profeta Natán le había prometidoy que debía de ser rey, ocupar el trono de David su padre, y reinar para siempre, como le dijo el ángel Gabriel a María en la Anunciación.

En la segunda lectura, carta a los Colosenses, San Pablo destaca como nadie la realeza de Cristo, precisamente en este himno cristológico se alegra que Dios nos ha llevado al reino de su Hijo querido y describe una magnifica lista de títulos de Jesús: imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura, todo fue creado por él y para Él, punto de consistencia de todo el cosmos, cabeza de la Iglesia, el primogénito entre los muertos… “Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz”. Pues en Él reside toda la plenitud y, además, en Él se ha realizado la reconciliación universal, por la sangre de su cruz.  No puede existir otro himno más apropiado para la fiesta de Cristo Rey.

El Evangelio a lo largo de todo el año litúrgico, nos ha venido enseñando que el reinado de Dios no es un Reino a modo humano, no es un reino de poder, de dominio…, sino que entiende la realeza de Dios como las actuaciones de Dios mismo en la historia en favor de su pueblo, es el caudillo de su pueblo, el jefe y el auxiliador, el Señor que lo cuida y lo defiende.  Jesús nos hace notar que ese reino anunciado ya está presente en medio de nosotros, es la presencia definitiva del Reino.

Pero el Reino tiene sus exigencias, que el evangelio las resume en dos actitudes fundamentales: conversión y fe, cambiar el corazón para incorporarnos al Rey, no a un rey terreno, dominador y opresor sino al Rey que viene a establecer un Reino de Paz, de verdad, de libertad de justicia y amor. No solo basta la conversión, sino que además cuando la fe es auténtica, la conversión y la misma fe pasan del corazón al comportamiento, de las actitudes a las obras, de los símbolos a la realidad. Esto es lo que le ocurre al ladrón, al buen ladrón al que la tradición lo nombra como S. Dimas, se produce en él toda una conversión.

Jesús no es un rey al modo humano, su reino no es de este mundo. El Evangelio nos muestra que la realeza de Cristo se revela de modo admirable en la cruz. Cristo reina desde la cruz, y esto es la paradoja cristiana, pues, Aquel que había sido anunciado que sería grande, que sería hijo del Altísimo y heredaría el trono de David, su padre, comenzará a reinar en un pesebre de un establo y reinará definitivamente en una cruz romana, en la cruz de los esclavos, y es que la realeza de Cristo se expresa en el servicio, en la entrega por todos los hombres. “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Jesús le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” Esta misma paradoja nos dice que la cruz habla de otro tipo de triunfo, de otra forma de victoria: la de la reconciliación que pasa por el perdón y la entrega.

Feliz domingo, día del Señor y feliz semana.

XXXIII Domingo Del Tiempo Ordinario

16/11/2025

En este XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario celebramos la IX Jornada Mundial de los Pobres, cuyo lema es “Tú, Señor, eres nuestra esperanza” Son tiempos de crisis, guerras, desastres naturales, que generan incertidumbre y pobreza, pero a pesar de las penalidades, no son tiempos para el lamento, la nostalgia y el desaliento, sino para confiar, esperar y comprometerse.

La primera lectura, del profeta Malaquías, nos dice que los que aman a Dios: “os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra” mientras que para los que comenten injusticias “llega el día, ardiente como un horno” que los consumirá. También el salmo anuncia la justicia “El Señor llega para regir los pueblos con rectitud” En la segunda lectura, S. Pablo nos anima a ser honrados y trabajar, y no ser una carga para la comunidad “trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros” Lucas en el Evangelio nos pone en alerta acerca de aquellos que se anuncian a si mismo y alertan de que día final ha llegado, Jesús nos dice “Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida”

El profeta Malaquías quería animar, de parte de Dios, a unos judíos que se sentían defraudados, a la vuelta del destierro, porque no conseguían que la reconstrucción del Templo y de su sociedad fuese de manera fácil según los planes que habían pensado. Malaquías les invita a mirar hacia adelante, hacia “el día del Señor”, será un día de luz y de liberación para los que temen y honran a Dios “Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra” Ese día, en el final de los tiempos, se verá el destino de unos y otros, y se pondrá de manifiesto la justicia de Dios. El profeta nos viene a decir hoy a nosotros que el día final será de éxito y de felicidad para los que trabajan y se mantienen perseverantes, pero para los que no trabajan, los estériles será el fracaso absoluto y la muerte.

Pablo, en la segunda lectura, desautoriza a los que no quieren trabajar porque el fin del mundo está cerca “si alguno no quiere trabajar, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven desordenadamente”. La vigilancia ante la vuelta del Señor no consiste en desanimarse o huir hacia la pereza, sino en la construcción del Reino, de ese Cielo Nuevo y esa Tierra Nueva que está en los planes de Dios. Mirar al mañana no es olvidarse del hoy, sino tener luz y fuerza para vivirlo con mayor compromiso y esperanza. Y así la llamada de Pablo sigue siendo válida: quien no trabaje, que no coma; es toda una invitación al trabajo y al bien común, a la comunidad y a la tarea evangelizadora “Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que, con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros”.

Lucas en el Evangelio mezcla dos acontecimientos, por un lado, la destrucción del Templo de Jerusalén y la ciudad por los romanos, que no dejaron piedra sobre piedra y que sucederá en el año 70 d. C. Y por otro lado la visión del final de los tiempos que “no vendrá enseguida” El lenguaje utilizado por Jesús es típico de anuncios proféticos y apocalípticos, es un texto que está incluido en el discurso escatológico de Jesús: guerras, epidemias, hambre, espantos, revoluciones, catástrofes naturales, espanto en el cielo, de persecuciones a los creyentes, llevándolos a los tribunales e incluso a la muerte. 

Jesús nos dice que eso tiene que llegar primero, pero que el fin no es inminente “Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico” Jesús no trata de infundirnos miedo, de asustarnos, sino que nos infunde una esperanza serena. Nos pone sobre aviso de falsas alarmas y falsos profetas, y sobre todo nos invita a ver en todo esto un mensaje de salvación: “no tengáis pánico […] ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” Nuestro destino está ligado al de Cristo Jesús, es un destino de triunfo, de victoria y felicidad. Las penalidades no deben desesperarnos, sino que nos “servirá de ocasión para dar testimonio”.

Feliz domingo, día del Señor, y feliz semana.

Dedicación de la Basílica de S. Juan de Letrán.

09/11/2025

Hoy celebramos una fiesta especial y significativa: la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán en Roma, la cátedra de Pedro. La celebración va mucho más allá de las piedras de un edificio, nos invita a reflexionar dónde reside verdaderamente Dios y cuál es el templo que Él desea habitar.

La idea central de las lecturas es la progresión teológica del concepto de Templo: de las piedras físicas del Templo, pasando por el Cuerpo de Cristo como Templo definitivo, hasta la comunidad de creyentes como el Templo vivo de Dios. Es como si el plan divino fuera un río de vida, que comenzó con la promesa de Ezequiel, fue canalizado por Jesús en la Cruz y ahora fluye a través de los creyentes, las piedras vivas para sanar el mundo.

La profecía de Ezequiel nos transporta a una visión de restauración. El profeta vio que, del templo, brotaba una corriente de agua hacia el este. Esta agua no era estéril, sino que saneaba las aguas del Mar de la Sal, el Mar Muerto, y daba vida y abundancia. Esta es una promesa de que la presencia de Dios trae vida, incluso en los lugares más desolados.

El Salmo se hace eco de esta confianza, celebrando a Dios como “nuestro refugio y nuestra fuerza” afirmando con alegría, El pueblo de Dios se siente seguro porque Dios está en medio de ellos.

S. Juan en el Evangelio nos presenta un giro radical en lo que significa la morada de Dios. Jesús sube a Jerusalén y, haciendo un signo profético, expulsa a los vendedores y cambistas del Templo, diciendo: “no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”

Cuando los judíos le preguntaron qué signo podía mostrar para obrar así, Jesús les contestó con una frase que solo sus discípulos entendieron después de la Pascua: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”

Jesús no estaba hablando del edificio de piedra que tardó cuarenta y seis años en construirse. Él hablaba del “templo de su cuerpo”. Cristo es el verdadero y único mediador que nos da acceso a Dios. Él mismo, muerto y resucitado, es el nuevo y definitivo templo.

Llegamos así a la enseñanza crucial de San Pablo en su Primera Carta a los Corintios: si Cristo es el Templo, ¿dónde estamos nosotros?

Pablo usa la poderosa imagen de la construcción: “Sois edificio de Dios”. Y deja claro que “nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo”. Pero luego da un paso más, aplicándonos la dignidad de la morada de Dios: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”

Esto significa que el templo de Dios hoy no es primordialmente el magnífico edificio de Letrán, ni siquiera nuestra propia parroquia, sino cada uno de nosotros y nuestra comunidad reunida. Somos “templos vivos” de Dios. La fe, como señala San Pablo, se fundamenta en Cristo, y el Espíritu Santo habita en nosotros para guiarnos y transformarnos.

La celebración de hoy es, por tanto, una llamada a la coherencia. Si somos el templo, debemos asegurar que ese templo sea santo y que el agua de vida que fluye de Cristo, como la visión de Ezequiel, sane nuestro entorno y dé frutos.

Pongamos a Jesús en el centro de nuestra vida y existencia, permitiendo que el Espíritu Santo more y actúe en nosotros, sus templos vivos.

Feliz domingo, día del Señor y feliz semana.