
Ayer miércoles 10 de diciembre en la plaza de la iglesia, a las 20:00h nos reunimos en el círculo del silencio «Por los derechos humanos de las personas migrantes»


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Ayer miércoles 10 de diciembre en la plaza de la iglesia, a las 20:00h nos reunimos en el círculo del silencio «Por los derechos humanos de las personas migrantes»


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08/12/2025
La Inmaculada Concepción es una fiesta que brilla luminosa en el corazón del Adviento, María es la aurora que anuncia el sol naciente, la lámpara encendida que guía nuestros pasos hacia la luz del mundo, hacia Cristo.
En el Evangelio, en la Anunciación, nos la presenta con el título más alto, más excelso: “llena de gracia”. El dogma, definido el 8 de diciembre de 1854, nos recuerda que María fue preservada de todo pecado desde el momento de su concepción, en previsión de la muerte salvadora de su Hijo.
Esta solemnidad nos ofrece una oportunidad para repensar nuestra fe, la historia de la salvación no comienza con el pecado, sino con la elección de Dios en Cristo antes de la fundación del mundo. María, la Nueva Eva, es la mujer elegida y preparada para ser la Madre del Emmanuel.
María nos ayuda en nuestro caminar, ella es modelo de esperanza, de santidad cotidiana y de compromiso silencioso, mujer de pocas palabras y grandes silencios. El Evangelio nos dice que su sí cambió la historia. Ella no comprendió todo totalmente, pero confió en la bondad de Dios. María nos enseña la actitud esencial del creyente: confiar en la Palabra y acogerla. Ella “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”.
María nos invita a ser portadores de la esperanza que no defrauda. Que todos vean en nuestra vida que la fe, la caridad y la esperanza son claves en nuestras vidas.
Que, por intercesión de María Inmaculada, busquemos la humildad para acoger al Dios que viene, sabiendo que donde María pasa, la noche se ilumina.
Feliz día de la Inmaculada
07/12/2025
En este segundo domingo, junto a la primera, encendemos la segunda vela, su luz hace que el camino hacia Belén brille con más fuerza. El Adviento no es solo un preludio, es un tiempo de espera activa, vigilancia confiada y esperanza que nos pone en marcha. En esta semana, la Iglesia nos invita de manera especial a renovar nuestro corazón en la Luz del Hijo.
El Evangelio nos presenta la figura austera de Juan el Bautista, quien, con un mensaje claro y duro, sigue gritando a lo largo de los siglos: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. La conversión es la nota predominante de su predicación. Juan nos llama a un cambio de mente y de vida que se ajuste al Niño Dios.
Preparar ese camino, significa limpiar lo que estorba en nuestra vida: la dureza y el orgullo, el egoísmo y la falta de fe. Debemos quitar las piedras del enfado, la mentira o el egoísmo para que Jesús encuentre nuestro corazón limpio y dispuesto. La conversión es el camino que nos hace mirar más a Dios y vivir identificados con Jesús. Es tiempo de sacar el polvo de nuestro corazón y dejar espacio a Dios hecho hombre, Enmanuel.
El profeta Isaías nos anima con una visión de esperanza. Nos habla de “un renuevo que brotará del tronco de Jesé”, padre del rey David, sobre el cual se posará el Espíritu del Señor. Esta promesa es la garantía de que Dios transforma todo lo que toca. El Mesías traerá la paz y la justicia: “juzgará a los pobres con justicia y sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra”. Isaías sueña con una armonía donde el lobo habitará con el cordero.
Esta visión de un mundo de paz y justicia nos lleva a la acción, San Pablo nos pide en la segunda lectura que, a través de la paciencia y del consuelo de las Escrituras, mantengamos la esperanza, nos exhorta a “tener entre vosotros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús”, acogiéndonos mutuamente, como Cristo nos acogió.
La conversión se manifiesta en las buenas obras y en el compromiso con los demás. Nuestra misión es allanar los senderos torcidos de la injusticia y la desigualdad para que Él se haga presente en nuestro mundo. No nos conformemos con una vida piadosa, ordenada o juiciosa si no buscamos mucho más.
El Adviento es una oportunidad para que lo que era gris se vuelva color, lo que estaba roto se repare. La Virgen María, Maestra de la espera, nos acompaña mientras buscamos la humildad. Que la venida de Jesús sea para nosotros un reencuentro con el Amor que le da a nuestra vida pleno sentido. Que todos vean en nuestra vida que la fe, la caridad y la esperanza son claves para una vida llena de sentido.
Feliz domingo, día del Señor, feliz semana.

Ayer domingo celebramos en familia la llegada del Adviento en la plaza de la iglesia.
Compartimos algunas fotos!






