Seguimos avanzando por el tiempo ordinario, dejamos atrás la semana de oración por la unidad de los cristianos. El lema para este año fue “Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia” Nuestros obispos nos invitaron a orar por la unidad.

Marcos en el evangelio de hoy nos habla de como reacciona la gente ante las enseñanzas de Jesús, el asombro y admiración que ocasiona su predicación, y su autoridad sobre los espíritus inmundos.
Marcos sitúa la acción en Galilea, concretamente en uno de los pueblos más importantes de la región, Cafarnaúm, en sábado y en la sinagoga, lugar de culto público donde el pueblo se reúne para escuchar las enseñanzas de la ley. Una enseñanza interpretada por los maestros autorizados, los escribas y letrados.
Allí predicó Jesús con autoridad imperiosa, incluso a los espíritus inmundos. Jesús hablaba con palabras de autoridad, no como los escribas. Nada nos dice el evangelista del contenido de sus palabras y enseñanzas, por el contexto se trata del Reino de Dios, Marcos hace hincapié en el impacto que produce la intervención y enseñanza de Jesús, que provoca asombro y admiración. Subraya su carácter de maestro que actúa con autoridad, le obedecen hasta los espíritus inmundos.

Jesús no tenía poder. No es lo mismo poder que autoridad. Con poder, unos pocos están arriba y otros están abajo. El poder impone, crea súbditos y subordinados. El poder consigue lo que quiere por medio de la fuerza. La autoridad utiliza el camino del ejemplo y la persuasión.
Persuadir es ofrecer buenas razones para que alguien actúe o piense de una determinada manera. Persuadir no es manipular. Los letrados y escribas enseñan en nombre de la institución, se atienen a las tradiciones, citando constantemente a los maestros, su autoridad proviene de interpretar oficialmente la ley. La autoridad de Jesús es diferente, no viene de la tradición, ni de maestros.
Jesús es el maestro que cuando enseña trasmite una energía desde su interior con toda la fuerza y poder de Dios que obra en Él. No ocurría en los maestros de las sinagogas que transmitían preceptos y enseñanzas humanas faltos de energía interior que da la vida y fuerza a las palabras. Lo asombroso de Jesús es que su misma persona es Palabra viva de Dios.
Jesús es una muestra evidente de que no basta el conocimiento de la ley para hablar en su nombre e imponerla a los demás. Es necesario tener la autoridad correspondiente para hacer valer con garantía lo que se enseña a los demás.

Las enseñanzas de Jesús no son meras informaciones sobre las realidades trascendentales sino palabras acompañadas de una eficiencia y eficacia asombrosa «Cállate y sal de él” confirma la autoridad de Jesús frente al espíritu inmundo que tiembla ante la presencia del que viene a liberar al hombre del mal.
Ante el poseído por el espíritu inmundo, que un ser sobrehumano, enemigo del hombre y de Dios, nos encontramos con el primero de los milagros, que Marcos nos va a narrar de Jesús. Para evitar una visión milagrera de Jesús, el evangelista enmarca este hecho en el contexto de la enseñanza del Reino de Dios, en donde adquiere el sentido de signos y de la naturaleza del Reino de Dios y del poder de Dios para llevarlo a plenitud, provocando el asombro “¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad”.
El endemoniado, sabiendo quien es Jesús, da testimonio de quien es Jesús “el Santo de Dios”. Mientras nuestro testimonio, lo mismo que los discípulos de Jesús, lo alcanzamos por un proceso de madurez en la fe; los espíritus inmundos conocen a Jesús de entrada sin ningún proceso de maduración en la fe.
Marcos ha presentado dos reacciones opuestas ante la persona y actividad de Jesús, de un lado el rechazo del endemoniado y la admiración de sus oyentes.

La admiración es el punto de partida para creer en Jesús, la pregunta ¿Qué es esto? se convertirá en ¿Quién es este?. El espíritu inmundo endurece su corazón, rechaza a Jesús, mientras el resto de los oyentes escuchan a Jesús y quedan admirados, “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón”.
La admiración es el punto de partida para creer en Jesús, la pregunta ¿Qué es esto? se convertirá en ¿Quién es este? El espíritu inmundo endurece su corazón, rechaza a Jesús, mientras el resto de los oyentes escuchan a Jesús y quedan admirados, “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón”. En la lectura del Deuteronomio tenemos la respuesta a la pregunta ¿quién es este? Es el profeta por el cual Dios, después de Moisés, no dejará de comunicarse con el pueblo, los cristianos vemos cumplida esta promesa de Dios en Jesús.
Que nuestra vida sea un constante asombro y admiración de Jesús para que lleguemos a decir: Tú eres el Santo de Dios, el Mesías.
Feliz domingo y feliz semana.