XIV Domingo Del Tiempo Ordinario 04-07-2021

Os pasamos la reflexión a las lecturas y evangelio, del pasado domingo 4 de julio, que por razones informáticas no se publicó, pedimos disculpas.

Decimocuarto domingo del tiempo ordinario, domingo del espíritu del verdadero profeta en que que nuestra comunidad celebra la acción de gracias por el curso pastoral que concluimos.  También comenzamos con los desplazamientos vacacionales, por eso es también la jornada por la responsabilidad del tráfico, inventándonos a la conducción responsable.

Evangelizar no es una tarea fácil y las dificultades no debe desanimarnos, pues reside en nosotros la fuerza de Cristo que es la fuente de la fe y de la gracia, es lo que nos dice S. Pablo en la segunda lectura “Me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo”, y en el mismo

sentido la antífona del salmo “Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia”. Nos encontramos hoy resistencia a la Palabra de Dios. Esa misma resistencia la encontró Jesús en Nazaret, en la sinagoga de su pueblo, Jesús se extrañó de la falta de fe de sus paisanos “No desprecian a un profeta más que en su tierra.

Son un pueblo rebelde, pero no por ello podemos dejar de anunciar lo que dice el Señor, es lo cuenta Ezequiel en la primera lectura “Son un pueblo rebelde y reconocerán que hubo un profeta en medio de ellos”.

El pasado del pueblo de Israel se resume en una historia de rebeldía y dureza de corazón, y los hijos no son mejores que los padres. Aun así Dios sigue hablando al pueblo haciéndoles resonar su voz, lo fundamental de esta primera lectura del profeta Ezequiel es que Dios ha hablado y sigue hablando “Esto dice el Señor” Esto mismo ocurre en nuestros días ante las desgracias, culpamos a Dios y le preguntamos por su silencio. Vienen a la memoria las palabras del judío Simone Well, pensadora judía y victima de las persecuciones nazi “Después de Auschwitz no se puede hablar de Dios”, comparando la calamidad de las persecuciones de los nazis con la calamidad del pueblo de Israel ante la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia, Ezequiel responde “… se puede seguir hablando de Dios, porque el sigue hablando” El problema no está en el silencio de Dios, sino en nuestra sordera. Ezequiel, igual que Jesús, son testigos de que Dios habla.

La segunda lectura es una de las confesiones más humanas del S. Pablo, forma parte de lo que conocemos, por los especialistas, como la carta de las lágrimas, incluida en segunda de corintios. Pablo se sentía triste y débil, por aquellos falsos hermanos, aquellos que decían ser hermanos de Cristo, pero se oponían a la obra de Dios, Pablo pide al Señor que los aparte de él, a lo que el Señor le responde “Te basta mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad” Estos falso hermanos querían someter a las comunidades paulinas a la esclavitud de la ley, rompiendo el acuerdo de la asamblea de Jerusalén donde decidieron no someterlos, pues no eran judios. Ante estos adversarios S. Pablo aparece débil, quiere combatir, por el evangelio que anuncia, desde su experiencia de debilidad

“Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.”

En el evangelio, en la sinagoga de Nazaret, la gente se asombra de la enseñanza de Jesús y sus milagros, pero no suscitan fe, sino incredulidad y rechazo. Este episodio muestra como los milagros de Jesús no sirven de nada cuando la gente se niega a creer. En Nazaret no niegan la sabiduría ni los milagros de Jesús, pero como lo conocen desde pequeño y conocen a su familia, no encuentran explicación y se escandalizan “¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos?

¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí? Y se escandalizaban a cuenta de él.”

El mismo Jesús se convierte, en este caso, en obstáculo para seguir a Jesús, pero no por lo que hace y dice, sino por su origen. Imaginemos lo que podrían decir acerca de Jesús los vecinos de Nazaret: “Habrase visto que el hijo de un carpintero haga y diga esas cosas”   Marcos, que presenta Jesús como el Hijo de Dios, deja muy clara su humanidad, no oculta su asombro ni su incapacidad de realizar en Nazaret grandes milagros por la falta de fe sus paisanos “no pudo hacer allí ningún milagro” Pero este aparente fracaso,  lo escuchen o no lo escuchen, lo mimos que le acorrió a Ezequiel en la primera lectura,  no lo desanima a interrumpir su actividad.

Precisamente en nuestra tarea pastoral podemos sentir el fracaso, el evangelio que no cala, la incredulidad, la indiferencia, pero ante ello el ejemplo de Jesús, no renunciemos a nuestra misión, a la evangelización.

Cuantas veces nos hemos dicho: si fuéramos mejores, si la Iglesia fuese de tal o cual manera, si actuásemos como él, la gente aceptaría el mensaje del evangelio y no habría tanta incredulidad. Esta es una idea un tanto ingenua a la luz de las lecturas de hoy. Nunca seremos mejores que Jesús, en el evangelio de hoy sus actitudes, su predicación y sus milagros no suscitaron la fe. Sin embargo, no renunció a cumplir la misión que el Padre le había confiado, en nuestro lenguaje coloquial diríamos que no tiró la toalla.

 Pidámosle al Señor que nos dé la fe que necesitamos para vivir su Evangelio, y que el Espíritu Santo que nos asita y ayude nuestra tarea pastoral.

Feliz domingo y feliz semana.

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