16/04/2023
Es tan grande el misterio de la muerte y resurrección de Jesús que la Iglesia ha celebrado toda esta semana, la primera de Pascua, como si se tratara de un solo único día, un gran domingo que dura el espacio de tiempo de ocho días. En este Segundo Domingo de Pascua, también llamado Domingo de la Divina Misericordia, veremos como la fe necesita de la comunidad, no se cree solo, no es algo personal y exclusivo. Se asiente personalmente, pero se vive en comunidad.
En la primera lectura, del libro de los Hechos, nos presenta a la primera comunidad cristiana nacida de la Pascua y del envío del Espíritu Santo “perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones”. Los signos y prodigios que se realizan de la mano de los apóstoles recuerdan los signos de misericordia de Jesús. Así vemos como se establece la continuidad entre la comunidad y su fundador, Jesucristo. El salmo nos invita a la alabanza y acción de gracias por la misericordia de Dios y su acción redentora en nuestra historia “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia” La segunda lectura, de la Primera Carta del apóstol Pedro, se dirige a comunidades cristianas que vivían en zona pagana y pasaban dificultades a la hora de expresar su fe “mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios”. Pedro les invita a mantener firmes en su vida y en su fe. En el evangelio nos encontramos con la incredulidad de Tomás “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”.
Lucas, en la lectura del libro de los Hechos, presenta un resumen de aquella primera comunidad de cristianos los cuales vivían todos unidos y todo lo tenían en común. Nos informa de cuatros dimensiones básicas de la vida de aquella comunidad y a las que permanecen fiel: la enseñanza o doctrina de los apóstoles, la comunión de bienes, la celebración de la fracción del pan y la oración común “partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo”. La gente sabia apreciar el testimonio de aquella comunidad, eran bien vistos por el pueblo lo que hacía que cada día fuera aumentando el número de creyentes, se trata de la dimensión misionera de la primitiva comunidad cristiana. El salmo nos invita a la alabanza y así lo entonamos en una de sus estrofas “Éste es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo”
En la lectura epistolar nos encontramos con la Primera Carta del apóstol S. Pedro y que nos acompañará durante los siguientes domingos de Pascua. Está dirigida a comunidades que pasan por situaciones difíciles y se encuentran en un ambiente nada favorables. Pedro en esta ocasión nos invita a la esperanza a pesar de las dificultades, se trata de un himno de acción de gracias a Dios Padre porque por la resurrección de Jesús nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva”, lo que nos da ánimos para seguir fieles a Cristo a pesar de las pruebas, padecimientos y sufrimientos, mientras caminamos hacia la herencia que tenemos reservada “aunque ahora sea preciso padecer un Poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo”
El Evangelio que se proclama hoy presenta dos momentos de la manifestación de Jesús Resucitado, ambas en suceden, con un intervalo de ocho días, el primer día de la semana, el Domingo, El Día del Señor. En la primera manifestación, el Resucitado, se coloca en medio de la comunidad y le regala el don pascual del Espíritu Santo, es lo que conocemos como el pentecostés joánico, “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” Con el deseo de la paz se disipan las dudas de aquellos discípulos reunidos y la reacción de estos es llenarse de alegría, la presencia del resucitado ha producido en ellos un cambio del miedo a la alegría, pero todo no queda aquí, el Resucitado le envía a la misión, el tiempo de estar encerrado se ha acabado. No basta que los discípulos se queden con la alegría de la resurrección, es necesario llevarla al mundo, así mismo nosotros también estamos invitados a llevar esta alegría a nuestro mundo, a nuestra sociedad, a nuestro entorno, por supuesto con la ayuda de la fuerza del Espíritu Santo.
La segunda manifestación del Resucitado conduce al incrédulo Tomás a la fe pascual. Después de la muerte de Jesús, a los discípulos les costó dar el paso hasta la fe en Cristo Resucitado. El evangelista toma como ejemplo a Tomás, al igual que hizo con la Magdalena, para animarnos a creer. Tomás no acepta el testimonio de la comunidad que le dice “Hemos visto al Señor” y que solo creerá cuando lo vea físicamente con las indiscutibles marcas de la cruz, pero para encontrarse con el Resucitado y experimentar su presencia hay que superar la percepción de los sentidos, es necesario ver con los ojos del corazón, y desde luego dentro de la comunidad, “Bienaventurados los que crean sin haber visto”, pues solo la primera comunidad pudo ver a Jesús y convivir con Él.
Pidamos a Nuestro Señor por la intercesión de María, que nos ayude a vivir nuestra fe dentro comunidad, desde la Iglesia.
Feliz domingo, Día del Señor, y feliz semana.