14/05/2022
La Iglesia celebra, hoy 14 de mayo y VI Domingo de Pascua, la Pascua del Enfermo. Una jornada con la que la Iglesia concluye la Campaña del Enfermo bajo el lema “Déjate cautivar por su rostro desgastado. No me rechaces ahora en la vejez, no me abandones” (Sal 71,9) que pone el foco en el cuidado de los mayores. Una misión pastoral que siempre actualiza la caridad de Cristo que tuvo en los que sufren a sus preferidos. Recordamos, hace ya un año, la visita pastoral de nuestro obispo Jesús por estas fechas, durante la cual visitó a algunos enfermos de nuestra comunidad. Este domingo seguimos leyendo el discurso de despedida de Jesús con la promesa que nos enviará al Espíritu Santo, protagonista de las tres lecturas de hoy y que nos lo enseñará todo y quien da vida a la comunidad, a la Iglesia.
En la primera lectura, la predicación de Felipe, acompañada por los signos del Reino, curar dolencias y expulsar espíritus inmundos, hizo que muchos en Samaría se convirtieran a Cristo, recibieran el Espíritu Santo por imposición de las manos de los apóstoles y quedaran incorporados a la Iglesia “y les predicaba a Cristo”. El salmista invita a alabar a Dios por las grandes obras que ha realizado y porque gobierna la tierra entera “Venid a ver las obras de Dios”. En la segunda lectura, el apóstol Pedro afirma que todo cristiano tiene que estar siempre dispuesto a dar razón de su fe a quien se lo pida “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza”. Haciendo con respeto y mansedumbre, padeciendo como Jesús, el sufrimiento de quien lo calumnia y persigue, apoyado en el Espíritu que devolvió la vida a Jesús. En el evangelio Jesús nos exhorta a guardar sus mandamientos y nos anuncia la venida del Espíritu Santo y de que siempre estará con nosotros “yo sigo viviendo”
En el libro de los Hechos nos encontramos con la predicación del diácono Felipe en Samaría, la cual tiene un gran éxito, ha anunciado a Jesús y su palabra ha sido acompañada con signos “de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban” Aquellos que lo oían se llenaron de alegría, esto ocurría después del martirio de su compañero diácono Esteba lo que provocó una dispersión de los cristianos de lengua griega, y los que parecía ser el final, fue el comienzo de la expansión de la fe. Ante el auge de la comunidad de Samaría, la comunidad de Jerusalén envía a los apóstoles Pedro y Juan para completar la obra del diácono, a los ya evangelizados por Felipe les imponían las manos y les comunicaba el Espíritu Santo “ellos bajaron hasta allí y oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo” Por eso no ha de extrañarnos que el salmo tenga ese tono misionero “aclamada la Señor, tierra entera” “que se postre ante ti la tierra entera” pues, los samaritanos fueron los primeros no judíos en recibir la fe en nuestro Señor Jesucristo.
En la segunda lectura, de la primera carta del apóstol Pedro, este nos invita a que sepamos dar testimonio de nuestra esperanza en la vida de cada día “Glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza” dándonos como consigna el saber sobrellevar los inconvenientes de la vida con mansedumbre y respeto en medio de la sociedad, aunque nos toque padecer, aun haciendo el bien. Nos pide una actitud contraria a la agresividad y al orgullo, poniéndonos por delante el ejemplo del mismo Jesús, que siendo inocente murió por los culpables para conducirnos a Dios, pero que resucitó a la vida por el Espíritu “Muerto en la carne, pero vivificado en el Espíritu”
En el evangelio de Juan, en lo que llamamos el discurso de despedida, Jesús nos invita a que si lo amamos guardemos sus mandamientos “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”, al mismo tiempo nos anuncia el envío del Espíritu Santo y su segunda venida.
Jesús pide a sus discípulos que permanezcan unidos a Él, y que guardar sus mandamientos es amarnos unos a otros como lo hizo Él. Amar a Jesús es estar en la realidad de su evangelio, y guardar sus mandamientos el mejor camino para mostrarle el amor, con lo cual experimentamos la comunión de amor con el Padre y, a la vez con el Hijo. Al amar al Hijo encontramos también el amor del Padre, un amor que se manifestará y se hará presente en el discípulo “yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros”
Jesús consciente de que llega la hora de marcharse y cerrar su misión, asegura que los no dejará solos, huérfanos, promete que enviará el Espíritu Santo, al que denomina Paráclito y Espíritu de la verdad “Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad”. El será el que los defienda ante las dificultades, su abogado, su fortaleza y su consuelo para la tarea que ha de realizar. Además de que mismo Espíritu Santo es que los llevará a comprender la verdad del evangelio que Jesús ha proclamado con su vida. A este Espíritu no lo conoce el mundo, los atrapados por la mundanidad de vida, se oponen a Él y no lo aceptan, en cambio los discípulos si que lo conocen, pues mora dentro de ellos, estableciendo una relación profunda e íntima, no tienen que buscarlo fura sino dentro. Es la comunión de vida espiritual entre Dios (Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo) y los creyentes, y que los tres de un modo o de otro moran en el creyente. Jesús al final desvela que no se marcha para siempre, llegará un momento no muy lejano en el que lo volverán a ver.
Feliz domingo y feliz semana.