30/12/2022
Celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia, formada por Jesús, María y José, que este año no cae en domingo, pues esta fiesta se suele celebrar en el domingo entre Navidad y la Solemnidad de Madre de Dios el día de Año Nuevo. Los cambios tan vertiginosos que se producen en nuestra sociedad no caben a duda que afectan a nuestra vida social y familiar. Pero nosotros ponemos nuestra mirada en una familia que es nuestro modelo, tal y como es la Familia de Jesús. El trabajo, los valores, la obediencia, la apertura al amor de Dios, la cercanía de esta Familia de Nazaret es nuestro ejemplo a seguir.
La primera lectura, del Eclesiástico, que forma parte de la tradición sapiencial de Israel, muestra el gran valor del cuarto mandamiento “Quién teme al Señor honrará a sus padres”. Hace una firme exhortación a los hijos para que respeten y cuiden de sus padres. Este amor procura el perdón de los pecados y una vida llena de bendiciones. El salmista, en la misma línea, proclama la dicha de que sigue fielmente al Señor alcanzará la bendición de una vida feliz en la familia, con su mujer y sus hijos “Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos” S. pablo en la carta a los colosenses, segunda lectura, hace una llamada a vivir desde un conjunto de virtudes, que se aplican todas ellas a la vida cristiana en general, y que son un camino perfecto de edificación de la vida familiar, teniendo como fundamento y principio de todo el amor “Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta” En el Evangelio, nos muestra a José responsable del cuidado de la Sagrada Familia, y que siempre obedece tal y como el ángel le anuncia en sueños “Levántate, toma/coge al niño y a su madre…” cumpliéndose lo que dijo el Señor por medio de los profetas.
La primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico, un libro que forma parte de la sabiduría judía, de los libros sapienciales. En el encontramos que su autor nos dice que no existe verdadera sabiduría si no hay temor de Dios, entendiendo el temor no como miedo, sino como reconocimiento respetuoso, fiel y obediente a Dios, así lo cantamos en la antífona del salmo “Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos” El sabio hace de la piedad una virtud espiritual y práctica que se muestra y se hace patente en la vida familiar “Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros”. El cuarto mandamiento, del Sinaí manda respetar y honrar a los padres, a los progenitores. La ancianidad no es signo de decrepitud sino de madurez, experiencia y sensatez. Y aunque las familias han cambiado mucho desde el autor del Eclesiástico, el respeto, la honra, el amor debido a nuestros progenitores, a nuestros padres no ha cambiado, no es solo un deber moral reconocerlos, sino que esta gratitud debe ser fruto de nuestro amor hacia ellos “Hijo, cuida de tu padre en su vejez y durante su vida no le causes tristeza. Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él, y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor”. Acompañemos a nuestros progenitores, a nuestros ascendientes para que no se sientan solos y abandonados, un problema que no es nuevo, pero que en estos últimos años se ha convertido en endémico, nuestros mayores se sienten más solos que nunca, todo ello consecuencia de una sociedad en la que mientras eres útil bien, luego estorbas.
La segunda lectura, sacada de la carta de S. Pablo a los Colosenses, nos advierte que nuestra fe no es solo cuestión de credos, sino que es una forma de vida que se reviste del amor entrañable y todo lo conlleva aparejado, no seguimos a la cultura y sus roles para ser socialmente aceptados. Nos distingue el amor que brota de la misma fe, un amor que ciñe la unidad familiar “Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta” y que atraviesa culturas, razas y espacios geográficos “Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia”. Seguimos a Jesús, que es el núcleo de nuestra fe, y de ella forma parte la misericordia entrañable, la dulzura, la humildad, mansedumbre, paciencia. El mismo S. Pablo reconoce que el evangelio debe arraigarse en una cultura que a la vez debe transformase desde su interior, y precisamente a eso nos invita, a ser transformadores, desde dentro, de nuestra sociedad. Nos da una serie de exhortaciones acerca de las relaciones entre maridos y mujeres, y entre padres e hijos, en definitiva, las relaciones familiares, que sobre todo están basadas en el amor y perdón mutuo “Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo”.
En el evangelio Mateo, nos muestra a Jesús ya desde los primeros días de su vida como hombre, amenazado y perseguido, acaba siendo un refugiado en Egipto “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo” , tierra que unas veces es un lugar de sobrevivencia y refugio, pues los patriarcas llegaron allá en busca de trigo y alimento, y al mismo tiempo un lugar de esclavitud, de donde precisamente saldrá el pueblo de Israel libre hacia la Tierra Prometida.
Pues precisamente los padres de Jesús, María y José, huyen con él a Egipto y protegen la vida del Niño y de allí vuelven a la Tierra Prometida, dando cumplimiento a la profecía “de Egipto llamé a mi hijo” Se instalan en Nazaret donde crecerá y se desarrollará Jesús “Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno”, siendo la familia de Nazaret la forma como Dios cumple y realiza la salvación.
Feliz día de la Sagrada Familia y Feliz Navidad.